Cierto día coincidieron una señora ya muy mayor y un hombre joven de unos 35 años en un trayecto en guagua; ella estaba ya sentada junto a la ventanilla.
La guagua iba en marcha y atravesando un campo muy desangelado la señora abrió su bolso, extrajo una bolsa de papel y de ella a puñados sacaba semillas que luego echaba afuera gracias a la ventana abierta de aquella guagua.
Al día siguiente volvieron a coincidir y la mujer volvió a hacer lo mismo; esta vez el joven sí quiso saber el sentido de aquello y le preguntó a la anciana: