Cierto día coincidieron una señora ya muy mayor y un hombre joven de unos 35 años en un trayecto en guagua; ella estaba ya sentada junto a la ventanilla.
La guagua iba en marcha y atravesando un campo muy desangelado la señora abrió su bolso, extrajo una bolsa de papel y de ella a puñados sacaba semillas que luego echaba afuera gracias a la ventana abierta de aquella guagua.
Al día siguiente volvieron a coincidir y la mujer volvió a hacer lo mismo; esta vez el joven sí quiso saber el sentido de aquello y le preguntó a la anciana:
- "¿Por qué hace usted eso?, ¿no ve lo seco del campo y desangelado que está?, ahí sus semillas no van a germinar y tampoco hay pájaros que vayan a comerlas".
- "Es verdad caballero, el campo es casi desértico y ni los pájaros habitan por aquí... pero sembrar es lo único que puedo hacer yo; si lloverá o no... o si lucirá el sol o hará viento... no lo sé pero eso ya no depende de mí".
Así fue sucediendo durante un tiempo hasta que un día la mujer dejó de subir a la guagua, ya no se le vio más. El hombre solía sentarse siempre en aquel asiento: había entablado una buena relación con esta mujer que le aportaba mucha positividad.
Un mes más tarde, tras unos días de lluvia, por fin se decidió a preguntar al conductor de la guagua por aquella anciana y éste le respondió que había fallecido.

- "Mira, papá, ¡cuántas flores crecen en este lado de la carretera!, ¡qué cosa tan maravillosa, papá!".
El joven miró también y observando aquella belleza se acordó de las palabras de la anciana: "Sembrar es lo único que puedo hacer,... lo que ocurra después ya no depende de mí".
Desde entonces este hombre lleva consigo una bolsa de papel llena de semillas y no cesa de sembrar sonrisas y gestos de amabilidad con quien se cruza.
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Este "post" es un homenaje a todo el voluntariado de prisiones, a los que trabajan con corazón desde dentro de sus muros como a los que lo hacen fuera con el mismo común denominador: la pasión por sembrar motivos de esperanza.
Ejemplos de esto hay a miles pero son tan silenciosos que... hace falta asomarse a la ventana para ver que siempre estuvieron ahí aunque no hicieran ruido.
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