Sinceramente, cada
vez que alguien me decía o descubría que persona “X” había estado en la cárcel,
me entraba pavor en todo el cuerpo e incluso ansias por alejarme de tal
individuo/a. Sin ni siquiera conocerlo/a ya me imaginaba episodios terribles
en su conducta, definitivamente no era gente de mi agrado.
Siempre he aceptado
y respetado a las personas tal y como son, sin distinguir razas, educación ni
culturas. Pero el tema de prisión me superaba, y no podía evitar el esquivar a
todo aquel/la que se relacionara con ella.
Y es que la
sociedad te obliga a ello, las inculcaciones de tu entorno más cercano y el
convencimiento de que si entraba era porque había hecho algo feo, te ocasionaba
el rechazo directo hacia esa persona. Además, generalmente las imágenes que se
proyectan en las películas te refuerzan este pensamiento y decisión.
¡Quién me iba a
decir a mí, que soy yo ahora la que está viviendo esta situación!. Esto me ayuda
a recordar que no hay que tener prejuicios por nada ni por nadie. Que cada ser
es digno de su vida, y que a veces situaciones, circunstancias o terceras
personas, te empujan hacia aquí. Aprendí que existe un libro llamado “Código
Penal”, el cual te explica detalladamente todos los casos por los que se puede
estar condenado. Es más, pienso que muy pocos son los que se libran de no haber
cometido alguna vez, uno de los extensos artículos de dicho ejemplar. Pero la justicia actúa y
aunque en muchas ocasiones es justa, en muchas otras no.
Mi objetivo en este
escrito no es revelarme ante tales sucesos, porque como ciudadana, mi única voz
no es válida. Sólo pretendo recordar que aunque nunca lo lleguemos a pensar,
quizás, un día, sorprendentemente, también te encuentres tú aquí. Y no
necesariamente tienes por ello que haber cometido un delito. Existen muchos y
varios factores que se pueden entrelazar y conducir hacia este final.
Con esto quiero
decir, que cualquiera se puede ver sumergido en esta desagradable e inolvidable
vivencia. Personas con educación, respeto, valores, sentimientos, etc
Somos seres humanos
con diversas circunstancias familiares y económicas. Entre ellas aparecemos
nosotras, las madres. Mujeres a las que se nos suma el dolor de habernos
despegado de una gran parte de nosotras… nuestros hijos. Algunas convivimos con
ellos, donde la culpa se hace presente día tras día. Mientras que otras se
mantienen alejadas con la angustia de no poderles dar calor, comprensión,
cariño y diálogo, de no poder compartir cada nuevo paso de su vida.
En muchas ocasiones
escucho decir que "si es tanto el sufrimiento, cómo no lo pensaron a la hora
de cometer el delito". Y en parte es cierto, porque yo soy madre, compartiendo
con mi hija la condena que me han impuesto y no se me ocurriría siquiera
relacionarme con nada que nos
perjudicara. Pero eso no significa que algunas lo hayan hecho e incluso quizás
pensando por y para el bien de ellos. Que asuman sus errores, de los cuales
estoy totalmente segura que están arrepentidas. Y a las que no se les debería
volver a condenar porque ese trabajo ya lo hizo un juez y cumplen con creces su
castigo.
Señores, somos
cuerpos con corazón, donde reconozco que abunda gente que no son personas… conflictivas,
drogadictas, maleducadas, agresivas tanto verbal como físicamente, intolerantes,…
¡Sí!, lo admito. Pero esto no es motivo para olvidarse de las personas que nunca
hemos dejado de serlo.
Por eso,
personalmente siento, que se me falta al respeto cuando me engloban en el mismo
grupo, por el hecho de ser interna en un Centro Penitenciario. Y expongo mis
disculpas por yo también, en ocasiones, haber hecho lo mismo.
Con ello sólo deseo
transmitirles mis respetos a todo ser humano, sea cual sea el lugar donde se
encuentre. Muchos días son los que me siento incomprendida, no respetada. Como
dice una compañera de patio, "lo que me protagoniza es la resignación". Sigo sin
entender muchas cosas pero ése es uno de los tantos precios que debemos pagar
por el mero hecho de estar en prisión.
La realidad puede ser una... pero.... ¡hay tantas formas de percibirla, sentirla y vivirla!...
Yurena
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