Palabras del Papa Francisco a los presos de Palmasola, BOLIVIA.
Queridos hermanos y hermanas, buenos días:
No podía dejar Bolivia sin venir a verlos, sin dejar de compartir
la fe y la esperanza que nace del amor entregado en la cruz. Gracias por
recibirme.
¿Quién está ante ustedes?. Podrían preguntarse.
Me gustaría responderles la pregunta con una certeza de mi vida, con una certeza que me ha marcado para siempre. El que está ante ustedes es un hombre perdonado. Un hombre que fue y es salvado de sus muchos pecados. Y así es como me presento. No tengo mucho más para darles u ofrecerles, pero lo que tengo y lo que amo, sí quiero dárselos, sí quiero compartirlo: es Jesús, Jesucristo, la misericordia del Padre que vino a mostrarnos, a hacer visible el amor que Dios tiene por nosotros. Por vos, por vos, por vos, por mí. Un amor activo, real. Un amor que tomó en serio la realidad de los suyos. Un amor que sana, perdona, levanta, cura. Un amor que se acerca y devuelve dignidad. Una dignidad que la podemos perder de muchas maneras y formas. Pero Jesús es un empecinado de esto: dio su vida por esto, para devolvernos la identidad perdida, para revestirnos con toda su fuerza de dignidad.
Me gustaría responderles la pregunta con una certeza de mi vida, con una certeza que me ha marcado para siempre. El que está ante ustedes es un hombre perdonado. Un hombre que fue y es salvado de sus muchos pecados. Y así es como me presento. No tengo mucho más para darles u ofrecerles, pero lo que tengo y lo que amo, sí quiero dárselos, sí quiero compartirlo: es Jesús, Jesucristo, la misericordia del Padre que vino a mostrarnos, a hacer visible el amor que Dios tiene por nosotros. Por vos, por vos, por vos, por mí. Un amor activo, real. Un amor que tomó en serio la realidad de los suyos. Un amor que sana, perdona, levanta, cura. Un amor que se acerca y devuelve dignidad. Una dignidad que la podemos perder de muchas maneras y formas. Pero Jesús es un empecinado de esto: dio su vida por esto, para devolvernos la identidad perdida, para revestirnos con toda su fuerza de dignidad.
Me viene a la memoria, una experiencia que nos puede ayudar, Pedro
y Pablo, discípulos de Jesús también estuvieron presos. También fueron privados
de la libertad. En esta circunstancia hubo algo que los sostuvo, algo que nos
los dejó caer en la desesperación, que no los dejó caer en la oscuridad que
puede brotar del sin sentido. Fue la oración, fue orar. Oración personal y
comunitaria. Ellos rezaron y por ellos rezaban. Dos movimientos, dos acciones
que generan entre sí una red que sostiene la vida y la esperanza. Nos sostiene
de la desesperanza y nos estimula a seguir caminando. Una red que va
sosteniendo la vida, la de ustedes y la de sus familias. Tú hablabas de tu
madre, La oración de las madres, la oración de las esposas, la oración de los
hijos, eso es una red que va llevando adelante la vida.
Porque cuando Jesús entra en la vida, uno no queda detenido en su
pasado sino que comienza a mirar el presente de otra manera, con otra
esperanza. Uno comienza a mirar con otros ojos su propia persona, su propia
realidad. No queda anclado en lo que sucedió, sino que es capaz de llorar y
encontrar ahí la fuerza para volver a empezar. Y si en algún momentos estamos
tristes, mal, bajoneados, los invito a mirar el rostro de Jesús crucificado.
En su mirada, todos podemos encontrar espacio. Todos podemos poner
junto a Él nuestras heridas, nuestros dolores, así como también nuestros
pecados, tantas cosas en las que nos podemos haber equivocado. En sus llagas,
encuentran lugar nuestras llagas. Para ser curadas, lavadas, transformadas,
resucitadas. El murió por vos, por mí, para darnos su mano y levantarnos.
Charlen, charlen con los curas que
vienen, charlen. con las hermanas que vienen, charlen con los que vienen a
hablarles de Jesús... Jesús quiere levantarnos siempre.
Para la reflexión y el diálogo:
- Desde las palabras del Papa en esta cárcel de Bolivia. Señala tres prioridades que podríamos tener en cuenta en nuestra pastoral.
Mi
pensamiento se dirige también a los presos, que experimentan la limitación de
su libertad. El Jubileo siempre ha sido la ocasión de una gran amnistía,
destinada a hacer partícipes a muchas personas que, incluso mereciendo una
pena, sin embargo han tomado conciencia de la injusticia cometida y desean
sinceramente integrarse de nuevo en la sociedad dando su contribución honesta.
Que a todos ellos llegue realmente la misericordia del Padre que quiere estar
cerca de quien más necesita de su perdón. En las capillas de las cárceles
podrán ganar la indulgencia, y cada vez que atraviesen la puerta de su celda,
dirigiendo su pensamiento y la oración al Padre, pueda este gesto ser para
ellos el paso de la Puerta Santa, porque la misericordia de Dios, capaz de
convertir los corazones, es también capaz de convertir las rejas en experiencia
de libertad.
Para la reflexión y el diálogo:
- Desde esta alusión a los presos en la carta del Jubileo de la Misericordia. ¿Qué podríamos hacer nosotros para vivirlo en la realidad de la cárcel?.
ORAMOS JUNTOS:
Señor Jesucristo,
tú nos has enseñado a ser
misericordiosos como el Padre del cielo,
y nos has dicho que quien
te ve, lo ve también a Él.
Muéstranos tu rostro y
obtendremos la salvación.
Tu mirada llena de amor
liberó a Zaqueo y a Mateo de la esclavitud del dinero;
a la adúltera y a la
Magdalena del buscar la felicidad solamente en una creatura;
hizo llorar a Pedro luego
de la traición, y aseguró el Paraíso al ladrón arrepentido.
Haz que cada uno de
nosotros escuche como propia la palabra que dijiste a la samaritana:
¡Si conocieras el don de
Dios!
Tú eres el rostro visible
del Padre invisible,
del Dios que manifiesta su
omnipotencia sobre todo con el perdón y la misericordia:
haz que, en el mundo, la
Iglesia sea el rostro visible de Ti, su Señor, resucitado y glorioso.
Tú has querido que también
tus ministros fueran revestidos de debilidad para que sientan sincera compasión
por los que se encuentran en la ignorancia o en el error:
haz que quien se acerque a
uno de ellos se sienta esperado, amado y perdonado por Dios.
Manda tu Espíritu y
conságranos a todos con su unción
para que el Jubileo de la
Misericordia sea un año de gracia del Señor
y tu Iglesia pueda, con
renovado entusiasmo, llevar la Buena Nueva a los pobres
proclamar la libertad a
los prisioneros y oprimidos
y restituir la vista a los
ciegos.
Te lo pedimos por
intercesión de María, Madre de la Misericordia,
a ti que vives y reinas
con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos.
Amén.
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Próxima reunión:
- DÍA Y HORA: Martes 3 de noviembre de 2015 a las 19'30h.
- LUGAR: Delegación Diocesana de Enseñanza.
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