Relato de los discípulos de Emaús Lc. 24, 13-35 (5 de abril de 2020)
1. VOLVER AL PRIMER AMOR.
“Conozco tu obra, tu trabajo y tu paciencia, yo conozco tus
desvelos...sé que has sufrido por mi nombre sin desfallecer, pero tengo contra
ti que has olvidado el amor primero” (1). Aquí está la clave del voluntario que
camina en el desaliento, que ha perdido el ardor del primer amor, es decir la
motivación primera que le llevó a comprometerse en este voluntariado.
Esa motivación para el voluntario de Pastoral Penitenciaria es Cristo,
pero con el tiempo ha entrado en rutina, en acomodación, en compromisos sociales,
y ha olvidado que Jesús era la motivación primera, el mensaje primero, el amor
primero, y esta motivación ha pasado a segundo, tercer o último puesto o razón
para seguir de voluntario. Todo esto lleva al desánimo, a la incomprensión, al
no tener clara la motivación. Olvidar el amor primero es olvidar la razón de mi
compromiso, la razón primera de mi opción por la cárcel, por los hombres y
mujeres en prisión.
¿Nos paramos a pensar qué es lo que nos llevó a este voluntariado?, ¿a la Pastoral Penitenciaria?, ¿está presente ese ardor primero, ese
amor primero, esa motivación en estos momentos?, ¿qué queda de aquella tierna e
ilusionante decisión primera que me empujó a trabajar por los últimos, los
descartados de nuestra sociedad, los presos?.
Esta es la realidad de muchos voluntarios de la Pastoral Penitenciaria,
que han perdido el amor primero. La pregunta surge de manera obligada: ¿cómo recuperar el amor primero hoy?, ¿cómo encontrar la perla preciosa?. Este amor primero no surge con el cambio de estructuras, ni de modelos de vida.
Porque si esos cambios no surgen del Evangelio y no surgen en el interior de
cada voluntario, es imposible que aparezca un corazón enamorado de la
autenticidad, un corazón que contagie.
Buscar el amor primero es buscar esa llamada que recibí hace, para
algunos muchos años, para otros menos tiempo, pero todos recibimos esa llamada, siempre bajo el rostro del Evangelio, de Jesús. ¿Qué nos movió
a decir que sí?, ¿qué nos empujó a comprometernos con la Pastoral Penitenciaria?.
Eso es lo que debemos recuperar, ese es nuestro amor primero. Esa palabra, ese
gesto, esa sonrisa que me empujó aquí es mi amor primero, y si lo tuve, puedo
volver a tenerlo, puedo recuperarlo.
El primer amor no siempre es el último, pero es preciso esforzarse en
la vida para que el último sea el primero o como el primero, que tenga la misma
fuerza, el mismo empuje que cuando me comprometí al principio. Que después de
muchos años como voluntario/a de Pastoral Penitenciaria pueda volver a sentir lo
que sentí el primer día que entré en prisión, pueda experimentar hoy lo que
sentí los primeros meses de voluntario/a. Ese sentimiento existe y es posible.
Nuestro desafío es vivir y crecer en la fidelidad. La renovación del
voluntariado nos exige volver a las raíces, a las primeras certezas, a aquel
impulso que en su día nos lanzó, desnudos de egoísmos, a la aventura del
seguimiento. No se trata de recuperar la inocencia de la primera infancia, de
la primera decisión, del primer tiempo de voluntariado, pero, con la ayuda de
Dios, podremos recuperar la pasión y la decisión de amar y de vivir nuevamente
entregados y fieles a los pobres, a los presos como si fuese el primer día, y
lo que es más importante como si fuese al mismo Cristo a quien servimos.
Podré decir que he vuelto al primer amor, que he recuperado el primer
amor cuando vea en el preso el rostro del mismo Cristo preso, entonces y solo
entonces podré decir que he vuelto al primer amor. Porque en mi decisión hay
una opción de amor por los presos y todo lo que gira en torno a ellos.
Es importante enamorarse de nuevo, descubrir lo bello y bonito de este
compromiso. Los momentos buenos y agradables que me ha proporcionado este
voluntariado. Necesitamos enamorarnos de nuevo para volver al amor primero.
Necesitamos descubrir que esta pastoral me llena, me cautiva y me atrapa, y eso
me hace sentir bien, me llena de felicidad. Un voluntariado pleno es un
voluntariado feliz, enamorado y que es capaz de volver al AMOR PRIMERO.
2. VOLUNTARIO ANIMADO,
VOLUNTARIO QUE CONTAGIA.
La palabra vuelve a ser protagonista, esa palabra que han compartido
con el acompañante misterioso es la que le ha devuelto a casa. Volver a casa es
volver al voluntariado, volver a casa es recuperar el ardor y amor primero,
como lo hicieron los discípulos de Emaús cuando regresaron a Jerusalén. Y es desde los gestos donde han descubierto la grandeza de su compañero de
camino.
“Los setenta y dos volvieron llenos de alegría, diciendo: ¿Señor, hasta
los demonios nos obedecen en tu nombre!" (2). Un voluntariado animado, motivado
logra resultados, es positivo y contagia a quien se dirige. Los setenta y dos
fueron motivados, animados y sabedores que Jesús estaba con ellos, y logran que
su palabra y sus acciones lleguen bien a los destinatarios. Ese ardor de los
setenta y dos es el que necesitan los voluntarios de la Pastoral Penitenciaria.
La Iglesia es testimonio de vida, de fe, de compromiso. Los discípulos
cuando regresan a Jerusalén, a la comunidad cuentan lo que han vivido por el
camino. “Les contaron lo que les había pasado por el camino” (3). Es la experiencia
de fe, lo que les ha cautivado. Esa experiencia que muchos voluntarios cuentan
y comparten en la cárcel con los internos. Muchas veces llegamos a los internos
más por nuestros gestos, nuestra vida que por todas actividades y palabras que
hayamos podido transmitir en prisión. Nosotros también podemos y debemos contar
nuestra experiencia de vida y de fe.
Encontrarse con Jesús, como lo hicieron los discípulos de Emaús
conlleva dos acciones positivas:
- Volver a la comunidad, al grupo, al voluntariado. Los discípulos después de compartir el pan con Jesús regresan a la comunidad. Es tan fuerte el encuentro que me empuja a volver, a recuperar el primer amor.
- Supone también no poder aguantar la alegría y el gozo que supone nuestro voluntariado, supone dar testimonio del encuentro con el Jesús vivo y resucitado. Es tal la alegría con Jesús que no puedo aguantar y eso conlleva dar testimonio público de lo que he vivido.
Es necesario contar “lo que hemos visto y oído os lo anunciamos” (4). Es
la tradición de la Resurrección, las mujeres y los discípulos cuentan lo que
han visto en el sepulcro, cuentan sus sensaciones, sus sentimientos. Y esas
palabras contagian, llegan y transforman. ¿Por qué se ha extendido la Pastoral
Penitenciaria?, porque contamos lo que vivimos y lo que hacemos. Porque con
nuestras palabras la hacemos visible, le ponemos nombre y rostro. Bien es
cierto que el Papa Francisco ha ayudado mucho a su visibilidad, pues la ha
colocado en el centro del evangelio.
Como capellán me duelen los voluntarios que abandonan, que lo dejan, me
duele los que se fueron y abandonaron el voluntariado, los que no encontraban
sentido a lo que hacían, y preocupado por aquellos que sin irse, perdieron la
memoria del amor primero. De esto se trata, de refrescar la memoria y de volver
a la fuente de la vida, a fin de que los tiempos mejores no caigan en el
olvido.
Es tiempo de mirar en nuestro pozo algo más que nuestra propia imagen,
de eso ego engordado hasta el cansancio; tendremos que escuchar algo más que
nuestras propias palabras, algo más que nuestros lamentos. La vocación perdida
del voluntario puede ser la vocación no vivida, pueden ser las oportunidades
desperdiciadas. Tendremos que mirar y escuchar a Jesús y permanecer
silenciosos, atentos, vigilantes, nuevamente al descubierto, como cuando
vivíamos bajo el impacto de su llamada…, hasta que su amor nos recupere y
volvamos al primer amor.
Las crisis no son malas si las logramos superar. Nos pueden ayudar a
purificar, a revisar, a repasar. El voluntario debe pasar por crisis, por
cuestionamientos. Por incomprensiones, pero por lo que nunca puede pasar es por
dejarlo todo, por olvidar el amor primero, aquél que le llevó al compromiso,
aquél que le llevó a romper con una situación cómoda y segura, para complicarse
la vida por Jesús, su amor primero.
El voluntario de Pastoral Penitenciaria necesita compañeros de camino,
necesita comunidad, necesita lectura de acontecimientos, y le sobra soledad.
Solo desde la comunidad podrá mirar el futuro con esperanza. Solo desde un
encuentro personal con Jesús podrá encontrar sentido a su compromiso.
Caer no es un drama, fallar no es el fin. Pedro negó, los de Emaús se
fueron, el hijo pródigo se fue…pero al final todos volvieron, primero porque se
encontraron con Jesús, porque entendieron el sentido de su voluntariado y en
segundo lugar, porque en la comunidad había sentido de familia, espíritu de
acogida.
Por lo tanto, el voluntario necesita y precisa:
- Encontrarse con Jesús.
- Motivación.
- Descubrir a Jesús en el preso, no ver al preso como la proyección de mis proyectos.
- Vivir en comunidad, valorar el grupo.
- Limites muy concretos y delimitados.
- Ser consciente que es falible.Capacidad para levantarse.
- Formación.
- Lectura de sus acontecimientos.
- Compañeros de camino.
- Volver al primer amor.
- Recuperar las motivaciones primeras.
Florencio Roselló Avellanas
PARA LA REFLEXIÓN PERSONAL
- ¿Sabrías explicar cuál es “tu amor primero” que te trajo a la Pastoral Penitenciaria?. ¿Cómo lo explicarías a alguien que no está comprometido con la cárcel?.
- ¿En tu voluntariado has notado o percibido que este amor primero se ha apagado?. ¿En algún momento has notado que ya no estabas enamorado/a de la opción por la cárcel?.
- Si en algún momento has vivido este desencanto, ¿por qué crees que ha sido?. ¿Qué ha cambiado o qué cambio para que dejases de esta enamorado de la Pastoral Penitenciaria?.
- El hecho de no poder entrar ahora en prisión ¿supone perder el amor primero?.
- ¿Qué consejo o palabra le darías a alguien que ha perdido el amor primero, que se ha desencantado?.
NOTAS:
1 Ap. 2, 1-4
1 Ap. 2, 1-4
2 Lc. 10, 17
3 Lc. 24, 35
4 1Jn. 1, 3
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