"La
doble condena de los presos".
Así titula Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo un artículo publicado en ALFA Y OMEGA en el que nos lanza una propuesta muy positiva que podría ayudar mucho en estos tiempos de cuarentena que también afecta al mundo penitenciario.
Aquí transcribimos su escrito:
Voluntarios
de Pastoral Penitenciaria solicitan la ayuda de Alfa y Omega para llegar dentro
de las cárceles y ponerse en contacto con los internos, «un colectivo que está
sufriendo esta crisis de una manera especial».
«Hay un
ejército de voluntarios que está deseando escribir cartas a los internos, y hay
multitud de presos a los que les encantaría recibir esas cartas», afirma
Alfonso Vargas, un voluntario de Pastoral Penitenciaria que está impulsando la
iniciativa "Escribe una carta a un preso", para poner en comunicación a los
internos con el mundo exterior, ya que el confinamiento forzoso se acentúa en
el caso de la población reclusa.
Cuando
estalló la pandemia y se decretó el aislamiento, se suspendieron las visitas de
capellanes y voluntarios en todos los centros penitenciarios en Madrid y
Cataluña, las comunidades más afectadas por el coronavirus, una medida que se ha
ido extendiendo rápidamente al resto de prisiones del territorio nacional.
A la
última Eucaristía dominical que se pudo celebrar acudieron menos presos que de
costumbre, y las medidas cada vez más restrictivas han ido impidiendo que en el
patio se puedan mezclar de distintos módulos. En algunos centros se ha optado
por establecer más turnos de patio pero con menos gente, para que el contacto
sea el menor posible, pero lo más habitual es que los presos pasen la mayor
parte del tiempo en sus celdas sin poder salir. Además de todo ello, las
visitas de los familiares se han suspendido, así como los permisos de salida,
aunque algunos centros han aumentado el número permitido de llamadas
telefónicas para que los internos puedan estar en contacto con los suyos.
Todo
esto está sirviendo, como afirma el mercedario José María Carod, responsable
del Departamento de Pastoral Penitenciaria en la CEE, «para que podamos
entender un poco más lo que es la privación de movimientos a la que
habitualmente están sometidos los internos. Y eso que nosotros seguimos en
libertad; imagínate lo que es estar encerrado en una celda, sin móvil, sin
poderte comunicar con nadie, ni siquiera con tu familia, sin conexiones ni ocio
que te ayuden a sobrellevar la situación».
Por
este motivo, «todos los capellanes y voluntarios sentimos un dolor infinito por
no poder estar al lado de aquéllos con quienes compartimos la fe». Pero al
mismo tiempo «es momento de ser fuertes y pensar que todo esto nos va a llevar
a pensar en los presos como un colectivo que está sufriendo esta crisis de una
manera especial».
«Nuestro
abrazo a través de las cartas».
Para
Alfonso Vargas, los internos están viviendo «una doble prisión», una situación
«que también nos está haciendo mucho daño a los voluntarios que vamos a verlos
habitualmente, porque no poder dar ese abrazo físico a nosotros también nos
duele, y por eso estamos estos días bastante flojos y desinflados, y no dejamos
de pedir ante Jesús por todos esos rostros que conocemos»; de ahí que
«intentemos ahora hacerles llegar nuestro abrazo a través de las cartas».
Alfonso
confiesa junto a todo esto que «ahora la gente está más sensibilizada con la
situación en las cárceles. Ha habido varias personas que me han escrito: “Ahora
entiendo mejor lo que deben de sufrir dentro”. Y eso que nosotros estamos en
una celda de lujo comparada con la suya. Dentro, la situación debe ser muy
delicada. Y, como entre el virus con fuerza en una cárcel, va a ser un problema
muy serio».
Cómo
llegar hasta los internos.
La
iniciativa Escribe una carta a un preso tiene el objetivo de llegar a todos
esos internos que estos días apenas tienen contacto con el exterior, pero, como
explica el voluntario responsable, Alfonso Vargas, «tenemos la dificultad de
que las cartas enviadas a prisión deben tener el remite completo, con nombre y
apellidos, y son pocos los voluntarios que recuerden esos datos de los
internos, más allá de su nombre de pila. Podemos mandar aluviones de cartas a
las cárceles, pero sin datos de presos concretos no llegan a nadie».
Por eso
solicitan la ayuda de Alfa y Omega, «porque sabemos que vuestro semanario entra
en la prisión y se distribuye en los módulos». Así, los internos que lean estas
líneas pueden escribir a C.N. L16, en la calle Lenguas 16, 28021 de Madrid,
donde «tenemos un buzón para todos aquellos internos que quieran recibir cartas
de fuera. Solo tienen que decirnos su nombre y apellidos y dónde están, para
poder hacerles llegar cartas», dice Alfonso. Otra posibilidad es que
«funcionarios creyentes y otros de buena voluntad puedan llevar Alfa y Omega
dentro, para que los internos puedan participar en esta iniciativa y no se
sientan tan solos».
Por
otro lado, todos aquellos que se sientan llamados a escribir a un preso lo
pueden hacer a la misma dirección o al email cartasapresos@hotmail.com, «y
nosotros nos encargamos de ponerles en contacto», dice Alfonso.
«Todo
es tristeza y soledad en el patio».
Uno de
los pocos internos con los que ha podido seguir en contacto Alfonso estos días
es un preso de Herrera de la Mancha, con 15 años de condena, de los cuales
lleva cumplidos siete sin haber gozado todavía de ningún permiso. En una de sus
cartas confiesa al voluntario que «esta situación nos está provocando mucho
estrés, pues al menos cuando vienen los voluntarios sentimos como un soplo de
aire sin olor a cárcel, el abrazo cariñoso y consolador de gente desinteresada».
Sin embargo, «ahora todos son caras de tristeza y soledad en el patio. Es
verdad que los funcionarios son mucho más amables y comprensivos, pero a todos
nos preocupa la situación de nuestros hijos y familia. Yo no sé porque está
pasando esto, pero no puedo ahora tener ni el consuelo de la Eucaristía
semanal».
Juan
Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
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