domingo, 2 de diciembre de 2012

Premio/castigo

Nos reunimos todo el equipo el sábado 1 de diciembre de 11 a 13 horas en la Delegación Diocesana de Enseñanza para "reflexionar" juntos sobre el binomio "premio/castigo"-"don/acompañamiento"... o bien "justicia retributiva-justicia restaurativa" y tratar de llegar al final a conclusiones claras, prácticas y coherentes tanto con nuestra fe compartida y nuestra adhesión a Jesucristo como también con las actitudes que nos conviene llevar a la práctica en la realidad de cada día (tanto en el  terreno personal, familiar, social y, por supuesto, en lo penitenciario).

Empezamos por el saludo/bienvenida a todos y acto seguido leímos y reflexionamos a partir del relato de "el alacrán". Pinchen sobre "el alacrán" para ver sus elementos.
Sobre el premio/castigo.
"En una sociedad acostumbrada al individualismo es más habitual hablar de premios o castigos como compensación a una serie de hechos, acciones buenas o malas, del individuo. El ciudadano de a pie se suele proyectar en el acierto y premio del laureado y se suele reconformar en su postura ante el fracaso y condena del vecino.
Lo que no suele ser usual, exceptuando pequeños grupos, es el compartir (disfrutar o sufrir) el éxito o fracaso del que convive con nosotros. Asistimos a un creciente deterioro de los lazos afectivos y de referencia; la  familia, la vecindad, el barrio, el pueblo, la parroquia, la escuela,... han dejado de ser aglutinadores y todo intento de acompañamiento y encauzamiento por alguna de estas entidades, es considerado como un atentado contra la libertad personal o un regreso a métodos represivos del pasado.
  • ¿Qué elementos positivos y negativos vemos respectivamente en la dinámica de los "premios" y "castigos"?.
Estuvimos dialogando sobre esta cuestión y salieron, obviamente, distintos pareceres pero todos ellos enriquecedores. Algunos retazos de lo aportado fueron:
EN LO POSITIVO:
  • Se ve en el "castigo" ("arresto" en nuestra habla canaria), que es preferible llamar "corrección" una manera de darle importancia a aquello que se ha hecho mal,... con la intención de llevar a la reflexión y al posterior cambio de conducta.
  • En el "premio" se ve un instrumento para animar e incentivar hechos y actitudes positivas;  es una manera de reforzar actuaciones que benefician a la persona y su entorno.
  • En uno y otro medios hay que valorar siempre:
    • ¿Qué pretendemos con esos premios/castigos?, ¿en qué circunstancias se producen (edades, mentalidades, gravedad de los hechos/actitudes, ambiente social en el que se desarrollan,...)?, ¿qué proporción debe haber entre la conducta a sancionar y el premio/castigo correspondiente?,...
    • También hay que cuidar detalles tales como: La interpretación que de este premio/castigo haga la persona que lo recibe: ¿coincide con lo que quiere hacer entender quien lo impone?,... y SIEMPRE y en todo caso debemos distinguir "lo que rechazamos en las conductas de la persona" de "la  persona en sí misma": amamos a la persona haga lo que haga o deje de hacer; hay que dejar muy claro nuestro interés por el bien de la persona; las normas incumplidas necesitan ser sancionadas de alguna manera ya que de no hacerlo dejan de ser normas y se convierten únicamente en "consejos o sugerencias", pero eso sí: cuidemos entonces las maneras de efectuar estas sanciones...
EN LO NEGATIVO:
  • Si utilizamos la dinámica del "castigo" con frecuencia o habitualmente lo que conseguimos es que la persona haga las cosas no por convencimiento propio sino por imposición, por miedo; es algo meramente disuasorio y temporal; su centro de control está  fuera de la persona, no arranca desde su libertad ni convencimiento personal. La dinámica del castigo no lleva al crecimiento personal, sólo a reprimir conductas.
  • Con el "premio" sucede otro tanto, sólo que entonces ese control desde el exterior viene dado por "compensaciones" que unas veces son materiales y otras veces son verbales... pero puede ocurrir en este caso que al final se hagan las cosas también sólo si hay garantía de que habrá esa compensación,... y no por pura iniciativa libre y personal.
  • "Arrestos y premios" no debieran darse nunca y, si se dan, en la menor frecuencia posible y en determinadas circunstancias en las que no sea posible otras formas de afrontar una situación, nunca como medida corriente, ya que de lo  que se trata es que la conducta surja de la propia persona, tenga en su centro el control y no fuera de ella. Sólo así sus actitudes y conductas o actitudes serán duraderas y consistentes.
Nuestra reflexión.
Una primera consecuencia de la falaz libertad personal de la que hablábamos antes de dialogar sobre la cuestión "castigos/premios SÍ o NO" es que "al carecer de auténticos y profundos lazos de afecto y pertenencia, nos desarrollamos sin raigambre, por lo que los conflictos de relación se multiplican al infinito".
Ésta es una de las razones por las que necesitamos judicializar y psisionalizar todo desorden relacional: es como si necesitáramos que las instituciones ratificasen mi postura personal para que tenga algún sentido, pues toda mi vida carece de significado, al estar incapacitado para el encuentro profundo con un tú.
Hasta no hace demasiado tiempo, el premio o el castigo eran estímulos de un proceso educativo con unos planes más o menos definidos; eran medios, nunca fines en sí mismos. Hoy, premio y castigo, más que estímulos parecen sanciones-fines de unos comportamientos en los que un prototipo de convivencia social nos estanca, impidiéndonos crecer y desestimando el proceso personal.
Da la impresión que cuando alguien alcanza la meta propuesta "le colocamos en la vitrina de trofeos" y cuando alguien sucumbe en el camino del éxito "le defenestramos para siempre", como si no hubiera posibilidad alguna ya para él.
La clave de todo esto quizás resida en la manera de entender el éxito; el éxito auténtico es la manifestación del crecimiento de la persona, una expresión de una madurez que continúa su proceso. En el momento actual, prevalece el éxito fácil y rápido sin preocuparnos si la persona crece o decrece: eso no es evaluable en la única economía que hoy prima: la del mercado (y ya estamos viendo todos cuáles son sus frutos).
Conclusiones.
El premio y el castigo posibilitan el crecimiento de la persona sólo si se desarrolla un acertado ACOMPAÑAMIENTO que desvela todo el devenir de la existencia como don y como regalo. La gratuidad rompe y rasga la ley del mercado y sitúa a la persona en el afecto y la apertura hacia la  interioridad.
Si echamos un vistazo en la "parábola de los jornaleros y la viña" (Mt.20,1-16) veremos en un primer impulso que "tenemos tendencia a identificarnos con quienes se sienten agraviados por la bondad del propietario de la viña". En nuestros esquemas mentales, la justicia retributiva ocupa el primer lugar; en los planes de Dios, prima la justicia restaurativa.
La retributiva se basa en las acciones y méritos de la persona; la restaurativa se basa en el derroche de la gratuidad de Dios... que tanto nos cuesta aceptar.
La clave no está en el trabajo de los jornaleros, sino en la actuación del dueño de la viña: quiere hacer partícipes a los demás de su bondad y para ello les invita a laborar en su viña (en la Biblia: espacio de intimidad, de comunicación, de fiesta). Es la invitación a entrar en ese espacio, donde es posible disfrutar del reinado de Dios: la Buena Nueva que Jesús anuncia es que "Él ha sido enviado con la fuerza del Espíritu para restaurar todo lo que estaba perdido". Ya no tienen la primacía los méritos y habilidades sino el ponerse al alcance de la acción divina; este abrirse a la bondad es más fácil para los últimos, para quienes creen que ya no existen oportunidades de ser llamados por nadie.
Cuando la gratuidad se mide desde los méritos personales se desfondan los derechos personales y se desperdiga en el vacío la gratuidad. Dios continua y constantemente anhela situarnos en la dinámica del "per-don", pero nosotros soñamos con ser los primeros y damos más importancia a nuestros esfuerzos que al sueño divino de compartir su Vida con cada creatura. Sólo Dios es bueno y por eso es el único que puede ser caprichoso y rezumar gratuidad. El origen del pecado es apropiarse del don, apoderarse de lo que es gratuito para enfrentarse al mismo Dios, quedando convertido en ídolo vacío (Os.11,1-9).
Toda la Escritura es una historia de acompañamiento del Dios Padre/Madre que necesita situar la historia personal y comunitaria de sus hijos en el "per-don". El hombre parece ser su creatura más escurridiza que parece considerar como dañina la bondad del Creador (la parábola lo deja ver con toda claridad: "¿Ves con malos ojos que yo sea bueno y generoso?" -v.15).
Desde la Palabra, la primacía no está en la competición, ni en el rendimiento, ni en los méritos, ni en el alcanzar antes la meta, ni en ser más ni mejor que nadie, ni en aprovechar bien las circunstancias, ni... La primacía reside en el Padre bueno que nos llama a trabajar y disfrutar la viña, que es la nuestra: "Tú estás siempre conmigo y todo lo mío es tuyo" (Lc.15,32). Nuestro gozo y felicidad no es el justo salario, sino el acompañar a los hermanos a la hora de compartir el don de la Vida. Así somos divinos y, por eso, somos humanos.
Aquí reside toda justicia".
Nuestro hermano Domingo nos invitó tras esta reflexión y conclusiones a dialogar en pequeños grupos sobre:
  • Convergencias y divergencias entre la "justicia retributiva" y la "justicia restaurativa".
  • ¿Qué ámbitos y circunstancias son necesarios para vivir y disfrutar el perdón, acompañando la realidad y situación del otro?.
Concluimos la reunión de todo el grupo orando juntos con un texto que nos invitaba a la gratitud y con un cántico de reconocimiento a la acción salvadora de Dios.


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