sábado, 20 de junio de 2020

Pastoral penitenciaria, mediadora de la misericordia divina (III-A)


PASTORAL PENITENCIARIA, MEDIADORA DE LA MISERICORDIA DIVINA (III-A)
 (21 de junio de 2020)



1.- DIFICULTADES PARA VER LA MISERICORDIA DE DIOS EN LA CÁRCEL.

Después de muchos años trabajando en prisión, reconozco que no es fácil transmitir la misericordia divina en la cárcel. Cuesta ver la voluntad de Dios en mi vida que me ha llevado a la cárcel. Cuesta aceptar que la cárcel es lo mejor para mí. Por eso en ocasiones me he topado con dificultades que han hecho difícil plasmar la misericordia de Dios en la vida de los hombres y mujeres en prisión. Y me atrevería a apuntar algunas de estas dificultades donde es muy complicado que Dios está actuando presente en mi vida, como son:
  1. Historias de fracasos. En la cárcel, hay fracaso, frustración, por eso es muy complicado ver la presencia de Dios en el medio, pues el concepto que tenemos de Dios siempre es positivo, generador de esperanza. Me cuesta ver a Dios en un mundo de fracaso y de derrota. Aquí entrarían los silencios de Dios.
  2. Carencias afectivas. Muchos presos, proceden de familias desestructuradas, rotas, y por lo tanto espacios donde no han recibido amor. Es muy difícil que puedan experimentar el amor de Dios, cuando algunos no han conocido el amor. Les falta modelos y referentes del amor, del perdón, de la misericordia. Cuesta que lleguen a entender, y mucho más a vivir, que haya alguien que les quiere, pues no saben verbalizarlo, ni expresarlo, y lo más triste, ni sentirlo.
En la cárcel de Castellón se abrió la Puerta Santa de la Misericordia, y al final de todo el acto, había un abrazo individual de nuestro obispo D. Casimiro con cada preso y presa que participó. Cuando se hizo la valoración de toda la celebración (misa, procesión, apertura Puerta Santa y abrazo) el momento del abrazo con el Sr. Obispo fue lo más valorado por los/as internos/as, porque algunos hacía tiempo que no recibían un abrazo sincero.
  1. Decepciones humanas. La misericordia de Dios supone confianza, fiarse de Dios, fiarse de alguien. Cuesta llegar a ese punto cuando en la vida de muchos internos ha habido traiciones, decepciones y desengaños humanos. Cuando en su vida la decepción ha sido una constante es difícil que se fíen de alguien, son personas heridas en las relaciones humanas y les cuesta abrirse para confiar. En la cárcel la gente se vuelve muy reservada. Todo esto dificulta la encarnación del amor de Dios en la cárcel.
  2. Justicia…justicia…y más justicia. La cárcel es una realidad que está marcada por la justicia. Por una decisión judicial están en la cárcel, luego por una sentencia judicial tienen que cumplir un tiempo de condena. Por una decisión de la cárcel, amparada por la justicia:  les dan un permiso, por otra decisión de la cárcel les conceden la libertad, con el visto bueno de la justicia. Es un mundo donde todo tiene su tiempo, su plazo, su precio de justicia, y así es complicado que la misericordia de Dios acampe en el corazón del preso.
  3. La misericordia no es debilidad (aunque en la cárcel lo parezca).Pero en la cárcel sí que es debilidad, cuando te dejas “pisar”, “avasallar”, “manipular”, entonces no eres nadie. Por eso el perdón, la misericordia se ve como signo de debilidad, de pequeñez, de no “controlar” el medio. En la cárcel nadie pone la otra mejilla, nadie se deja pisar dos veces, por eso quien es capaz de perdonar, quien es capaz de no devolver “mal por mal o insulto por insulto” es tenido como débil. Pero el Papa Francisco en la bula “Misericordiae Vultus” (M.V. 16) nos dice que no, que Dios da su misericordia precisamente porque es omnipotente, y en la cárcel ocurre lo mismo, si regalo misericordia, pudiendo también dar venganza es porque soy fuerte, porque puedo elegir. La mayoría de los presos no tienen qué elegir, es instintivo, reaccionan siempre igual, venganza.
  4. La indiferencia y la habitualidad. La cárcel tiene estos riegos, la rutina y la habitualidad que nos dice el Papa Francisco nos pueden llevar a la indiferencia, “que anestesia el ánimo e impide descubrir la novedad, en el cinismo que destruye” (M.V. 15). El convivir habitualmente con vidas rotas, proyectos frustrados, ilusiones caídas, puede llevarnos a acostumbrarnos al fracaso y a la desmotivación. El Papa nos anima a que “Abramos nuestros ojos para mirar las miserias del mundo, las heridas de tantos hermanos y hermanas privados de dignidad, y sintámonos provocados a escuchar su grito de auxilio…Que su grito se vuelva el nuestro y juntos podamos romper la barrera de la indiferencia que suele reinar campante para esconder la hipocresía y el egoísmo” (15). En la cárcel todo es rutina, todo viene dado por la estructura inamovible, y esto puede llevar a que la rutina y la estructura anulen la novedad del evangelio y el compromiso de la misericordia.
2.- ESPACIOS FAVORABLES PARA VER ESA MISERICORDIA DE DIOS.

Aun siendo cierto todo lo anterior, la iglesia, la Pastoral Penitenciaria, ¡se apoya en Jesús cuando dice el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido! (Lc. 19, 10), o lo mismo que para Dios nada hay imposible (Lc. 1, 37). Y sobre todo cuando se nos dice todo lo que hicisteis con uno de estos hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis(Mt. 25, 40), todo esto es lo que nos mantiene que día a día la Pastoral Penitenciaria lucha por ser mediadora de la misericordia de Dios en la cárcel. Esta misericordia se encarna cuando:
  1. Falla lo humano. Lo que en un momento puede convertirse en un elemento en contra para vivir la misericordia, a su vez puede ser un factor favorable para vivirla, porque siente que lo humano le ha fallado y se apoya en la trascendencia. Por eso nuestra presencia en la cárcel es una presencia “en nombre del Señor”, somos vicarios de Cristo en la cárcel. Hay muchos presos que desengañados de las personas buscan su consuelo y refugio en Dios.
  2. Dios no juzga. Como le dijo el Señor a Samuel No juzgues solo por su aspecto y su buena planta, porque yo lo he descartado. Aquí no valen miradas humanas. Pues vosotros os juzgáis por las apariencias, pero yo miro el corazón (1Sam. 16, 7). Estas palabras son ciertas en nuestra realidad cotidiana, estamos acostumbrados a juzgar por las apariencias, y “quien está en la cárcel es porque ha hecho algo…”, y ya en ese juicio está la condena, “es malo”. Y eso el preso lo sabe, sabe que su situación es vista de forma negativa por la sociedad, se le cierran las puertas, se le acaban las oportunidades, se le cuestiona la confianza…y ante eso qué le queda. Muchos internos, desde su sencilla religiosidad, valoran que Dios no les juzgue, que no les condene. Es una oportunidad para acercarse a Dios, es el momento de “volver a la casa del Padre”, como fue la actitud del hijo pródigo. El no sentirse juzgado acerca al preso a Dios.
El Papa Francisco también ahondó en esta cuestión en una de sus homilías diarias en Santa Marta, en junio de 2014, donde decía “Jesús quiere convencernos de que no juzguemos. En efecto juzgar a los demás nos lleva a la hipocresía…explicó el Papa que la persona que juzga se equivoca, se confunde y se convierte en una persona derrotada”. “Y se equivoca, porque se pone en el lugar de Dios, que es el único juez”.
  1. La misericordia es para todos. Esta es una de las insistencias del Papa Francisco en la bula “Misericordiae Vultus”, “Que la palabra del perdón pueda llegar a todos y la llamada a la misericordia no deje a ninguno indiferente” (M.V. 19).  Muy acertada es esta reflexión del Papa, cuando en la Pastoral Penitenciaria, sin querer, podemos caer en acepción de personas según delitos, según respuestas a nuestra propuesta. Esta orientación no la entiende toda la gente, pues el principio popular de que “si están ahí es por algo” condiciona mucho la visión que la sociedad tiene de la cárcel, y que incluso ciertos sectores de la Iglesia. Por eso es bueno repetirnos y recordarnos que la misericordia y el perdón son para todos, no hace distinciones ni excluye a nadie.
CONTINUARÁ.

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