sábado, 2 de mayo de 2020

Humanizar las prisiones: ¿Qué es y por qué humanizar?


HUMANIZAR LAS PRISIONES, POR DENTRO Y POR FUERA (I)
¿Qué podemos hacer desde la Pastoral Penitenciaria para contribuir a la humanización de las prisiones?.
(3 de mayo de 2020)

Tema en cinco capítulos.

1. ¿QUÉ ENTENDEMOS POR HUMANIZAR?.
“El Diccionario del Uso del Español de María Moliner, dice que humanizar es una palabra moderna que ha sustituido a humanar, es recogido como: “Hacer una cosa más humana, menos cruel, menos dura para los hombres”.

“Hablar de humanizar algunos ambientes supone partir de una idea: cómo debería vivir el ser humano para realizarse plenamente como tal. Humanizar una realidad significa hacerla digna de la persona humana, es decir, coherente con los valores que percibe como peculiares e inalienables, hacerla coherente con lo que permite dar un significado a la existencia humana, todo lo que le permite ser verdadera persona. Ser rico en humanidad consiste en restituir la plena dignidad y la igualdad de derechos a cualquier persona que se vea en dificultades y no pueda participar plenamente en la vida social. La riqueza de humanidad es un compromiso con las capas débiles y los sujetos frágiles, que finalmente configura la propia personalidad. La riqueza de humanidad transforma y cualifica la propia sensibilidad personal: no mira para poseer, sino para compartir la mirada; y, en lugar de creer que el individualismo posesivo es la última palabra, piensa que solo la sociedad cooperativa, convivencial y participativa es digna de ser deseada”.(1).

Un relato oriental cuenta que alguien vio una sombra en medio de un bosque y tuvo miedo porque creía que era un animal peligroso. Se acercó y vio que era un hombre. Se acercó un poco más y vio que era un hermano.
Humanizando hacemos hermanos, conseguimos personas.
Humanizando hacemos un mundo más agradable a todos.

2. POR QUÉ LA NECESIDAD DE HUMANIZAR LA PRISIÓN.
Porque el encierro en prisión conlleva el riesgo de crear un aislamiento no solo físico, sino también social y psicológico. Un asilamiento que procede tanto de dentro de la prisión, como desde fuera de la misma. Desde dentro porque se corta todo tipo de vinculación social y humana con el exterior. Pero también desde el exterior porque la propia sociedad genera canales de aislamiento y estigmatización de la gente que está en prisión. De hecho, en muchas ocasiones cuando un interno sale en libertad, siente igual o más aislamiento que cuando estaba dentro. La sociedad lo ha marcado y el aislamiento continúa. De hecho, nadie quiere una prisión al lado de su casa, en su pueblo o ciudad. La relacionamos como algo malo, negativo, porque antes nos han concienciado de ello. Inclusive a nivel económico se valora una bajada de terrenos cercanos a prisión. Hemos estigmatizado la prisión como algo malo, no bueno, y por lo tanto no lo queremos cerca de nuestros ambientes naturales.

“La sociedad tiene todo el derecho a ejercer su legítima defensa, a mantener a la cárcel a los delincuentes, pero no puede quitarles una dignidad que les es propia por el sólo hecho de existir. En su misión pastoral y evangelizadora, la Iglesia tiene el deber de colaborar con la sociedad para preservar la dignidad de cada ser humano; y esto sólo lo podrá conseguir descubriendo el rostro de Cristo en cada preso”. (2).

Pero a veces hemos creído que humanizar las prisiones es denunciar el medio para paliar las deficiencias estructurales, las carencias de medios. Muchos están convencidos que con la denuncia se arregla la humanización. Cuando la humanización es más un trabajo de concienciación, a largo plazo, que una denuncia puntual, que también hace. Pero eso no es lo principal en la humanización de las prisiones, humanizar es tratar a las personas como seres humanos. Tratarlo con la mayor dignidad posible. Eso está, para mí, por encima de la estructura material.

Influye en la humanización todo lo que se hace directamente con los internos en prisión, como todo lo que se realiza fuera de la prisión, de cara a la sociedad. Hay muchos estereotipos instalados en la sociedad que merecen ser combatidos, si de verdad queremos aportar algo a la humanización de la prisión. Por eso una parte de mi reflexión también estará dedicada a lo mucho que hay que hacer fuera para que los que están dentro sean vistos como personas humanas.

“En toda colectividad que no se inspire amor, temor, respeto o compasión, sus individuos están muy expuestos a no ser tratados como personas” (3).
“El hombre no es hombre, moralmente hablando, sino por el ejercicio consciente de su voluntad: la del delincuente que ha traspasado los límites debidos debe tener reducidos sus límites de acción. Pero ¿ha de inferirse de aquí que no se le debe dejar acción alguna, y que, en un plazo, a veces muy largo, ha de considerarse su voluntad como si no existiese?" (4).
“Creemos que, al hacer los reglamentos, al aplicarlos y al visitar a las prisiones, debiera procurarse:
  1. Mandar al recluso lo estrictamente necesario.
  2. Darle a elegir en todo aquello que sea posible, y procurarle el ejercicio razonable de su voluntad.
  3. No hacer de la prisión un mundo aparte, aislado de la patria y de la humanidad, y del preso un ser que no es persona y que para nada participará en la vida social”. (5).
Al cerrar las puertas de la prisión, se separa a la persona de la sociedad, de lo comunitario, del resto de la humanidad, de la convivencia, de la esperanza humana. Es efecto o causa de desintegración, de marginalidad.
Decía un director de prisiones que, para humanizar la prisión, necesitaba el mayor número de voluntarios, pero estos no debían de interferir, en los procesos, en la estructura ni en la dinámica de las prisiones. Pero si queremos humanizar las prisiones sí que debemos incidir en los procesos y en el sistema carcelario. Porque de lo que se trata es de hacer humana la cárcel, sus estructuras, el sistema carcelario y sus procesos.

El mismo Papa Francisco llama la atención sobre la necesidad de humanizar las prisiones cuando habló a los trabajadores de la cárcel “Regina Coeli, “La prisión es un lugar de pena en el doble sentido de castigo y sufrimiento, y necesita mucha atención y humanidad”. (6). Donde hay castigo, donde hay ausencia, donde hay ruptura hace falta humanidad para devolver la dignidad de la persona, que, aunque esté en prisión no debe ni puede perderla.
Continúa el Papa Francisco diciendo, “Las cárceles necesitan humanizarse cada vez más y es doloroso escuchar, en cambio, que muchas veces se las considera lugares de violencia e ilegalidad, donde abundan las maldades humanas”. (7).

P. Florencio Roselló Avellanas
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NOTAS:
1 Bermejo, José Carlos. ¿Derecho a la humanización? Charla
2 Darío Cardenal Castrillón Hoyos. “Preservar la dignidad de cada ser humanjo. Descubrir el rostro de Cristo en cada preso”. Congreso Derechos Humanos en Cor Unum. Roma 2005.
3 Arenal, Concepción. “El visitador del preso”. Reedición. ACPE. 1991. Pg. 74
4 Arenal, Concepción. “El visitador del preso”. Reedición. ACPE. 1991. Pg. 74
5 Arenal, Concepción. “El visitador del preso”. Reedición. ACPE. 1991. Pg. 76
6 Papa Francisco. Discurso a los trabajadores de la prisión Regina Colei de Roma. 7 de febrero 2018
7 Papa Francisco. Discurso a los trabajadores de la prisión Regina Colei de Roma. 7 de febrero 2018

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