¿Qué podemos hacer desde la Pastoral Penitenciaria para contribuir a la
humanización de las prisiones?. (24 de mayo de 2020)
Tema anterior: Humanizar las prisiones desde fuera.
1. HUMANIZAR LA PRISIÓN
DESDE EL EVANGELIO.
La Pastoral Penitenciaria es una pastoral humanizadora. Le importa la
persona, y en ella descubre el rostro de Cristo en prisión, “estuve en la
cárcel y vinisteis a verme” (1).
La Pastoral Penitenciaria está llamada a atender a la persona de manera integral, por eso en nuestros objetivos está la programación de las tres áreas: religiosa, social y jurídica. Atendemos a las personas en estas tres dimensiones, no solo la espiritual. Humanizar es hacer vida el Evangelio de Jesucristo. Humanizar es atender también sus necesidades personales, sociales; humanizar es también orientar en su situación procesal, saber cómo se prepara el futuro, a través del área jurídica.
La Pastoral Penitenciaria está llamada a atender a la persona de manera integral, por eso en nuestros objetivos está la programación de las tres áreas: religiosa, social y jurídica. Atendemos a las personas en estas tres dimensiones, no solo la espiritual. Humanizar es hacer vida el Evangelio de Jesucristo. Humanizar es atender también sus necesidades personales, sociales; humanizar es también orientar en su situación procesal, saber cómo se prepara el futuro, a través del área jurídica.
“Evangelizar significa para la Iglesia llevar la Buena Nueva a todos
los ambientes de la humanidad y, con su influjo, transformar desde dentro,
renovar a la misma humanidad…trata de convertir al mismo tiempo la conciencia
personal y colectiva de los hombres, la actividad en la que ellos están
comprometidos, su vida y ambiente concretos” (2).
Humanizar es “Alcanzar y transformar con la fuerza del Evangelio los
criterios de juicio, los valores determinantes, los puntos de interés, las
líneas de pensamiento, las fuentes inspiradoras y los modelos de vida de la
humanidad, que están en contraste con la palabra de Dios y con el designio de
salvación” (3).
Humanizar desde el Evangelio es transformar la realidad en la que vive
el preso. Hacerla más humana, más habitable y acogedora.
Enviado. “El Espíritu
del Señor está sobre mí, Él me ha ungido, me ha enviado...” (4).
La Iglesia, a través de los voluntarios de Pastoral Penitenciaria ha
recibido una llamada que le envía a “anunciar la Buena noticia a los pobres, la
libertad a los cautivos, la vista a los ciegos…”. Nuestra presencia en la cárcel
es una presencia de Iglesia que responde a un mandato evangélico. El voluntario
no va por libre, va como Iglesia, y no va a hacer lo que quiera, sino que la
actividad que realice debe de ser humanizadora y liberadora
(Pastoral de
presencia). Visitar. “Estuve en la cárcel y vinisteis a verme” (5).
Después del envío del Espíritu, la primera acción de nuestro compromiso
de humanizar las prisiones es visitarlas. Pero visitarlas desde el evangelio,
“estuve en la cárcel y me visitasteis”. No podemos transformar sin visita, sin
presencia, sin cercanía. Y una visita con ojos de fe. Ver al preso al mismo
Cristo preso, así se podrá dar la visión de misericordia que quiere ser el
evangelio en la cárcel.
Supone salir de nosotros mismos para ir a la cárcel, pero, sobre todo,
para ir al corazón del preso. Ir a la cárcel supone una acción de dinámica, que
implica movimiento, ponerse en camino. Dar protagonismo a la cárcel, pero sobre
todo al preso que está en ella.
Humanizamos cuando no juzgamos. Humanizamos cuando no recordamos el mal
y el delito cometido. Humanizamos cuando en nuestra relación abrimos la puerta
a una nueva oportunidad y no le recordamos lo que ha hecho.
El preso está cansado de ser juzgado. Cuando le detienen y le ingresan
en prisión preventiva, ya le juzgan porque no se fían y no le conceden la
libertad provisional. En el momento del juicio le vuelven a juzgar y después
dictan sentencia. Cuando deben de clasificarlo en el interior de la prisión lo
vuelven a juzgar, y le conceden normalmente uno de los tres grados
penitenciarios. Para darle un permiso otra vez lo juzgan, y después de ese
juicio o valoración se lo aprueban o se lo deniegan. Para la revisión de grado
siguen juzgándolo. Para todo parece que se le somete a juicio. Por eso la
Iglesia, la Pastoral Penitenciaria no conviene que se sume a esta secuencia de
juicios continuos, ni nos toca ni nos corresponde.
Como nos dice Concepción Arenal, “Odia el delito y compadece al
delincuente” (7). Desecha el delito, pero no olvides al delincuente, expresa muy
gráficamente Concepción Arenal “Voy a ver a un hombre (a la cárcel), al cual me parecería si Dios me hubiese dejado de su mano” (8). No podemos juzgar,
porque nosotros en su misma circunstancia seguramente hubiésemos actuado de la
misma manera. Desechemos el delito, pero no olvidemos al delincuente. Cuando
somos capaces de hacer esta distinción estamos humanizando, porque estamos
salvando a la persona y condenando el delito.
“¿Nadie te ha
condenado?... tampoco yo te condeno" (9).
Humanizamos cuando el preso ve que no establecemos categorías de
delitos, cuando no recordamos lo que ha hecho. Cuando le presentamos un
horizonte de futuro, de esperanza. Cuando nos dicen como a la adúltera, anda y
en adelante no peques más. Cuando abrimos la puerta a una nueva oportunidad.
El Papa Francisco le decía al Cardenal Fisichella, “Que a todos llegue
realmente la misericordia del Padre que quiere estar cerca de quien más
necesita de su perdón” (10).
El preso, es por tanto objetivo preferente de la misericordia de Dios.
Dios quiere redimir, especialmente a aquellos hijos suyos que están en
situación de especial dificultad. De aquellos que experimentan el abandono en
sus vidas, de aquellos que son rechazados por la propia sociedad, por sus
familias…y que en ocasiones la Iglesia no hemos sabido tratarlos.
“Hemos estado toda la noche sin pescar nada, pero porque tú nos lo
dices echaremos las redes...” (11). Creer, tener esperanza, siempre se puede
conseguir algo de las personas. La Iglesia es la voz de Jesús que trata de
transmitir esperanza en la desesperanza, ilusión en la desilusión y decisión en
la apatía, como cuando Jesús se acercó a Pedro y los otros discípulos que
estaban pescado, pero no habían conseguido nada, su voz fue tan convincente que
volvieron a tirar las redes al mar, volvieron a confiar, volvieron a
experimentar que alguien les empujaba, les llevaba y confiaba en ellos.
No se puso Jesús a pescar por ellos, fueron ellos mismo quienes lo
volvieron a intentar. ¡Cómo tuvieron que ser esas palabras para que los
discípulos volviesen a tirar nuevamente las redes!, así debieran ser nuestras
palabras y actitudes con los internos.
“¿Quieres curarte?”. (12). (A un enfermo que llevaba 38 años esperando entrar
en la piscina). Es la esperanza del hombre que llevaba 38 años esperando la
curación, siempre fiel, puntual a su cita, confiado en el milagro. Esperaba un
voluntario que le tirase a la piscina. Nuestro voluntariado tiene mucho del
enfermo de la piscina, con algunos/as internos/as hay que esperar mucho, hay
que confiar mucho ¿38 años?, ¿por qué no?.
“Dios puede sacar
hijos de Abrahán de estas piedras” (13).
Humanizar desde el evangelio supone confiar, dar oportunidades. Supone
confiar en que hasta el preso más duro, más conflictivo puede cambiar.
Expresiones como “no tiene remedio ni solución...” “siempre igual”, “no
cambiará” aparecen muy a menudo, en nuestra sociedad, respecto a la gente que
está en la cárcel.
Muchos presos son piedras, pero están llamados a ser hijos de Abrahán.
Son fracasados de la vida pero llamados a tener oportunidades para que su vida
pueda cambiar. Ser Iglesia, ser voluntarios consiste en no descartar a nadie,
en no dar a nadie por perdido. En no entrar en esa demagogia social que condena
a una vida marginal a todo el que está en la cárcel. En no etiquetar, en no
cerrar puertas. Humanizar es abrir puertas, en mostrar caminos nuevos.
Una de estas piedras convertidas en hijos de Abrahán es el buen ladrón
que crucificaron con Jesús, “acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino. Jesús
le dijo: Te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso”. (14) En el mismo lecho
de muerte Jesús transforma el corazón de uno de los ladrones y es invitado al
paraíso. Nunca es tarde, en la misma cruz, antes de la muerte el buen ladrón
cambia, se convierte.
Higuera estéril (15).
“Ya ves, tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no
lo encuentro. Córtala… Pero el viñador respondió: “Señor, déjala todavía este
año y mientras tanto yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da
fruto en adelante. Si no, la puedes cortar”.
La prisión está llena de higueras estériles que la sociedad les
cortaría para que no molestasen, es decir, que no les darían oportunidad.
Cuando vamos a evangelizar a prisión vamos con el espíritu del viñador que cree
no cortando la higuera puede dar fruto. Es lo mismo que muchos internos si se
les da tiempo, se les brinda una oportunidad es posible que, de frutos, es posible que
normalice su vida en la sociedad. Pero hay que reconocer que se da el
comentario que abunda en nuestra sociedad hay mucha gente que cortaría la
higuera, que no daría oportunidades a la gente que está en la cárcel, y por
otro lado hay personas que sí que creemos en las segundas oportunidades, en no
cortar la higuera.
“Pedro dijo a Jesús, -yo no te abandonaré jamás” (16). Cuántas veces hemos
escuchado en la cárcel frases como estas, cargadas de buenos propósitos.
Expresiones, “no volveré más a la cárcel”, “me buscaré la vida y no volveré a
caer”, “ya verá como encontraré trabajo”. Y al poco tiempo nos lo volvemos a
encontrar. Humanizar es aceptar que estamos ante personas de grandes
propósitos, pero con la voluntad muy débil. De grandes sueños, pero con poca
visión de la realidad. Y cuando nos los volvemos a encontrar en vez de
reproches, merecen comprensión, cercanía, abrazo de padre y hermano.
Posiblemente aquí es donde más sentido tiene la pregunta de Pedro y la
respuesta de Jesús, “Acercándose Pedro a Jesús le preguntó <Señor, si mi
hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarlo?. ¿Hasta siete
veces?". Jesús le contesta: "No te digo hasta siete veces, sino hasta
setenta veces siete” (17). Humanizamos cuando la persona está más hundida,
cuando está más desconcertada, y el reincidente necesita gestos de cercanía,
porque su vida se le presenta como fracaso, una nueva vez.
Estaba Jesús en el Huerto de los Olivos, los dejó para ir a orar y
cuando volvió “los encontró dormidos”. (18). Fueron a hacer compañía a Jesús, pero
su debilidad, su convencimiento los llevó a dormirse y a fallar en su
compromiso. Los internos son débiles, pero hay que estar cerca y acompañar su
debilidad, eso les hace mantener viva la esperanza.
Sin distinciones ni
reconocimiento. Gratuidad.
Parábola del Buen Samaritano (19). En este pasaje percibimos una gran
acción, pero no escuchamos ni leemos nombres. Nadie sabemos cómo se llamaba el
apaleado, el samaritano, el posadero. Queda la acción y queda el compromiso.
Cuando el buen samaritano viene a decirle, que le cuide y si a la vuelta le
tiene que pagar más por los cuidados lo hará. Humanizar supone gratuidad,
generosidad. Sólo interesa la acción, como en la cárcel, qué más da quien sea el voluntario, lo importante es que el preso encuentre
sentido a su vida, que recobre el camino de la libertad y normalización.
“¿Quién es ese hombre que te dijo “toma tu camilla y anda”?. Pero el
enfermo no sabía quién le había curado”. (20). Jesús cura a un enfermo en sábado,
pero el enfermo no sabe su nombre, lo que importa es el enfermo, el necesitado,
el preso, la acción, no nombres y agradecimientos. Nuestra acción debe ser
generosa, desprendida y anónima.
Nuestra labor de humanización es gratuita, generosa. Actuamos, nos
comprometemos sin esperar agradecimiento, sin obligarles a gestos de gratitud.
Un el preso, hombre o mujer que se sienta libre. Esta actitud la refleja muy
bien la parábola de los diez leprosos: “No han quedado curados los diez? ¿Dónde
están los otros nueve?. ¿El único que ha vuelto a alabar a Dios ha sido este
extranjero?" (21). De los diez, sólo uno vuelve a darle las gracias, además
extranjero.
De los diez, sólo uno vuelve a darle las gracias, además extranjero,
de los demás nunca más se supo. Estar con el pobre supone renunciar a todo,
hasta el reconocimiento y agradecimiento.
“Vamos a un lugar tranquilo a descansar...” (22). Es curioso cómo en la
cárcel hay presos que buscan el silencio, la tranquilidad, porque todo es
ruido. Precisamente una de las consecuencias de la prisión es la alteración del
oído, por el constante ruido, hay un ruido que no baja de unos niveles que
afecta al propio oído y castiga con deficiencias en la audición. Por eso buscar
momentos de tranquilidad, de silencio, humaniza, relaja. En la cárcel la gente
no tiene miedo al silencio, lo que ocurre es que en la mayoría de las ocasiones es
un logro difícil de alcanzar.
“Tú en cambio cuando vayas a orar, entra en tu aposento, y después de
cerrar la puerta, ora a tu Padre que está allí en lo secreto...” (23). Necesitamos paz, tranquilidad, serenidad para nosotros mismos y para los
internos. Un grupo de internos siempre me agradecía el silencio que
conseguíamos en la eucaristía, les devolvía a situaciones en libertad y les
ayudaba a encontrarse consigo mismos.
P. Florencio Roselló Avellanas
PARA LA REFLEXIÓN PERSONAL (Nadie te va a preguntar, responde con
sinceridad)
- Destaca algún aspecto de Jesús donde ves que humaniza desde la Palabra de Dios.
- ¿Qué significa para ti la frase?, ” Humanizar desde el Evangelio es transformar la realidad en la que vive el preso. Hacerla más humana, más habitable y acogedora”.
- ¿Qué te dice la frase de Concepción Arenal, “Odia el delito y compadece al delincuente”?.
- ¿Eres capaz de entrar en prisión y no preguntar el delito?. Cuando has conocido algún delito de un interno, con el que hablabas mucho o participaba en actividades, te ha cambiado la relación con él, ¿sobre todo si era un delito llamado “feo”?.
- Recupera, escribe gestos, detalles que haces en prisión y crees que ayudan a humanizar a los internos que en ella están.
- ¿Qué piensas del interno reincidente?. ¿Cuándo lo vuelves a ver nuevamente en prisión, qué sueles decirle?. ¿Cómo lo recibes?.
1 Mt. 25, 31
2 Pablo VI. Exhortación evangélica Evangelii Nuntiandi. Nº 18
3 Pablo VI. Exhortación evangélica Evangelii Nuntiandi. Nº 19
4 Lc. 4, 18
5 Mt. 25, 36
6 Lc. 6,37
7 Arenal, Concepción. “El visitador del preso”. Reedición. ACPE. 1991
8 Arenal, Concepción. “El visitador del preso”. Reedición. ACPE. 1991
9 Jn. 8, 10-11
10 Carta del Papa Francisco al Cardenal Fisichella comunicándole el “Año de la Misericordia” 2016
11 Lc. 5, 5
12 Jn. 5, 5-8
13 Mt. 3, 7
14 Lc. 23, 39-43
15 Lc. 13, 6-9
16 Mt. 26, 33
17 Mt. 18, 21-22
18 Mt. 26, 40
19 Lc. 10, 30-37
20 Jn. 5, 13-14
21 Lc. 17, 11-19
22 Mc. 6, 31
23 Mt. 6, 6
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