martes, 19 de mayo de 2020

Misericordia o justicia en prisión (II)

(Reflexión en conciencia desde mi voluntariado).
Texto de la parábola del hijo pródigo Lc. 15, 11 - 32
(19 de abril de 2020)

1. “NO TENÉIS TERNURA, SOLO TENÉIS JUSTICIA, POR ESO SOIS INJUSTOS”.
            Esta es la actitud del hijo mayor de la parábola, la actitud de mucha gente de nuestra sociedad actual. Piden justicia, piden cárcel, piden cadena perpetua, algunos llegan hasta pena de muerte.
Delitos como el de Diana Quer, como el del niño Gabriel, desatan en nosotros una mezcla de justicia y de venganza que nos hace ser terribles. Damos miedo en nuestras reflexiones y apreciaciones. Desplegando una violencia verbal que asusta. Y lo peor es que lo hacemos desde posiciones racionales y hasta evangélicas, pidiendo la Prisión Permanente Revisable y el endurecimiento de penas, convencidos de que vamos a mitigar el daño producido.
            La justicia separada del amor corre el riego de ser inhumana y vacía. Una justicia que se olvida de la persona es una justicia injusta. Se nos llena la boca de pedir justicia, de reclamar un equilibrio social, pero lo que estamos pidiendo es venganza. Estaos reclamando para el infractor un castigo, si puede ser, mayor del que el propio delincuente ha cometido. No nos atrevemos a pedir venganza, y lo edulcoramos con la palabra justicia. Nos convertimos en jueces sociales, pensando que toda la sociedad piensa y pide lo mismo que nosotros.
            La sanción, el castigo y la pena, presentada como justicia no educan. Toda justicia que olvida la persona se convierte en inhumana. La justicia, o está al servicio de la persona, de la sociedad, o es injusta. Porque carece de ternura, de sentimiento, de rostro. Es ejercer la justicia sin mirar a la cara del condenado, sin importarnos el futuro de ese culpable, sin interesarnos cómo será la ejecución de la pena. Es así, estamos dando, de esta manera, respuestas a las demandas de la sociedad, pero no estamos abordando el problema, pues la pena privativa de libertad “estará orientada a la reinserción del penado” .
            A los que luchamos por la misericordia se nos acusa de que queremos hacer borrón y cuenta nueva, que pensamos que la misericordia anula y olvida la justicia, pero no. La ternura, la misericordia no anula la justicia, pero queremos que la justicia sea humana, sea real y reinsertadora. A veces las hemos presentado como incompatibles, como contrarias. La justicia tiene que tener su camino, en nuestra sociedad debe de haber una justicia que guíe nuestras relaciones, que oriente nuestras relaciones sociales, pero es necesario que esta justicia sea humana.
            Los datos, que ciertamente son fríos, pero que no conocen color nos dicen, que España es el segundo país con menos delitos violentos de Europa y menos del mundo, y en cambio es de los que mayor porcentaje tiene de presos de Europa. No hay una proporción ni equilibrio entre delito y prisión. Y a veces nosotros contribuimos a este desequilibrio.

2. “OJO POR OJO Y EL MUNDO QUEDARÁ CIEGO”.
            Muchas veces ese deseo de una mayor justicia, de endurecimiento de penas se mezcla con el deseo de venganza. Uno no sabe si lo que quiere es hacer justicia o lo que quiere es venganza. En muchas reivindicaciones se percibe un tono en la demanda que se atisba más sed de venganza que sed de justicia. Jesús comenta a raíz de esta cita, “Habéis oído que se dijo: ``ojo por ojo y diente por diente. Pero yo os digo: no resistáis al que es malo; antes bien, a cualquiera que te abofetee en la mejilla derecha, vuélvele también la otra” . Nuestro mundo dominado por la venganza se convertiría en un mundo hostil, inhumano. Como bien dice Gandhi irónicamente, al final el mundo se quedaría ciego si lo resolvemos todo a ojo por ojo.
            Las personas sentimos deseos de vengarnos cuando nos han herido profundamente, cuando alguien que queremos y apreciamos nos hace daño puede dejar una cicatriz emocional que arde con un calor intenso, pidiendo ser apagada causando otra herida en el corazón del agresor.
            La venganza es un intento fallido de equilibrar la balanza, aunque por muchos ajustes que se realicen, siempre quedará desequilibrada. La persona herida se sentirá en inferioridad y por debajo de quien ha causado el daño, por ello intentará herir a la otra persona para volver a recuperar su posición inicial de equilibrio, y si puede, alcanzar la superioridad. El primer sentimiento que suele aparecer cuando nos vengamos es la de satisfacción, y la sensación de que todo ha recuperado su equilibrio. Sin embargo, luego aparecen sentimientos de culpa y remordimientos. La venganza nunca nos deja satisfechos, bien porque no hemos llegado a devolver lo que nos han hecho o bien porque nos hemos pasado.
            Responder con dolor, con venganza, al dolor recibido no cambia la situación, ni te hará sentir mejor. La mayoría de las veces ser valiente no significa responder más fuerte que el otro, con más contundencia, sino ponerse en el lugar del otro, del que te ha herido y decidir que no quieres que nadie pase por lo que tú has pasado, que no sufra como tú has sufrido. Ahí está la grandeza de la persona.
            Además de un mundo ciego, creamos un mundo sin corazón, sin sentimientos. El odio apaga el corazón, apaga los sentimientos buenos que genera el propio corazón. La venganza nos deja ciegos.

3. EL PADRE, FIGURA MISERICORDIOSA, RESTAURATIVA Y PACIENTE.
            Ante el hijo mayor de la parábola, ante la sed de venganza que muchas veces impera en nuestra sociedad, el evangelio nos presenta la figura del padre de la parábola, por muchos llamado, Padre misericordioso. Una figura amable, cercana y humana. Una figura paciente, comprensiva y misericordiosa.
            Esa es la grandeza de Dios para con su pueblo, que es paciente, que no tiene prisa en castigar. Es misericordioso, porque el Señor ve en lo escondido del corazón, donde es capaz de ver lo que las personas no ven. Paciente como en la parábola de la cizaña , el sembrador quiere esperar hasta el tiempo de la cosecha, para separar la cizaña del trigo y estar seguro que solamente la cizaña será recogida primero y arrojada al fuego. Dios no quiere apresurarse y tal vez cometer una injusticia de recoger trigo con la cizaña y castigar a justos con injustos… Así obró cuando quiso castigar a Sodoma y Gomorra , tuvo paciencia con Abraham y a la final salvó a su sobrino Lot y su familia que eran los únicos justos que había en esas ciudades!. Así Jesús cuando tiene compasión con las muchedumbres y trata con publicanos.
            Paciente como en la parábola de la higuera. Dios es dador de oportunidades, de recrear situaciones para volver a empezar, pero sobre todo Dios agota todas las posibilidades. Dios cree en las segundas oportunidades. La grandeza de Dios es que ante la duda, espera, ante la caída levanta, y ante la voluntad de cambio concede oportunidades. La higuera no daba frutos, pero Jesús confiaba en que podía darlos, y da oportunidad. No la corta y espera a la cosecha del siguiente año. Es lo que necesitan muchos de los internos que conocemos en nuestras prisiones, la “oportunidad del año que viene”, que esa es signo de paciencia y de confianza.
            El hijo menor de la parábola es higuera que no da frutos, higuera que se pasa tiempo sin hacer nada positivo, pero higuera que ha plantado Dios y que confía en que un día pueda dar fruto. El hijo menor un día es trigo, otro cizaña, un día es bueno, otro malo, pero no quiere tomar un decisión negativa, porque tiene algo de bueno. Cuántas veces hemos escuchado a las madres decir, padre, “si mi hijo es bueno, tiene buen corazón”. Cizaña, higuera, hijo pródigo, oveja perdida, en todos ellos Dios, el padre pone corazón, pone cariño, pone misericordia y pone oportunidad.
            Además de paciente Dios es misericordioso manifestado a través del perdón. Pedro plantea a Jesús, “¿cuántas veces hay que perdonar, hasta siete veces?, y Jesús le responde, no hasta siete veces sino hasta setenta veces siete” . Jesús no pone límites al perdón, no pone plazos, el perdón es algo abierto, nuevo, humano, porque permite al hombre a la mujer que ha caído volver a empezar, levantarse nuevamente e intentarlo. El perdón humaniza, redime y libera. También para el hombre y mujer que está en prisión.
            El gran valor de la Iglesia en las cárceles, personificado en la Pastoral Penitenciaria, en los capellanes y voluntarios, es humanizar la misericordia en la realidad de cada hombre y mujer en prisión. En ser capaz de abrir horizontes nuevos en vidas rotas, hundidas y fracasadas. Es tener la pedagogía para que los presos perciban que Dios les quiere, que les da nuevas oportunidades, que la vida no termina con el delito o con el pecado y mucho menos con la cárcel. Nuestra gran labor es concienciar a la población penitenciaria que Dios es paciente y misericordioso… pero con ellos. Porque a veces nos perdemos en palabras, en discursos. Y sobre todo hemos de esforzarnos en que el hombre y mujer preso lo sientan y lo vivan así. Dios les quiere, les perdona y les da una nueva oportunidad, pero es importante que ellos sean conscientes.

4. EL VOLUNTARIO, AL IGUAL QUE EL HIJO PRÓDIGO, PERSONA CAÍDA.
            “El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra” . Dios, al ofrecernos su misericordia nos lleva a ver a los otros con ojos de misericordia. Cuando entramos en la cárcel, lo hacemos también como personas caídas, heridas y vulnerables, solo así podremos mostrarnos cercanos y comprensivos con los presos que vamos a visitar. Somos pequeños, pecadores. Si nos situamos por encima de ellos es muy difícil que podamos acercarnos con ojos de misericordia, pues nos sentiremos superiores. Solo si tenemos conciencia de caída, de pecado, podremos comprender a quien ha caído. El Papa Francisco cuando visita una prisión, antes de entrar en ella, antes de ver el rostro de los presos, antes de hablar con ellos se hace esta pregunta “por qué ellos y no yo”?. Con esto está diciendo que él no se siente mejor que ninguno de los que va a visitar, no se siente superior a nadie. Se siente pequeño y pecador. Y desde ahí se acerca al caído comprendiéndole y muchas de las veces entendiendo su caída y su pecado.
            El capellán, el voluntario de prisiones también es una “persona herida” (vulnerable) caída, que está llamado y enviado a anunciar la salvación de Jesús, a curar y a sanar . Jesús continúa sanando a través de nosotros, capellanes, voluntarios. Somos personas caídas, imperfectas y vulnerables.
            La carta a los hebreos nos habla de que la eficacia del ministerio del sacerdocio de Cristo está precisamente en la debilidad: “pues habiendo sido probado en el sufrimiento, puede ayudar a los que se ven probados”. “Y puede sentir compasión hacia los ignorantes y extraviados por estar también él envuelto en flaqueza”. 
            El mismo S. Pablo vio la historia de su propia vida como una letanía de contrariedades y sufrimientos, como momentos sucesivos de la debilidad, pero transformada mediante el poder de Cristo que le sostenía: “…con sumo gusto seguiré gloriándome sobre todo en mis flaquezas, para que habite en mí la fuerza de Cristo. Por eso me complazco en las injurias, en las necesidades, en las persecuciones y las angustias sufridas por Cristo; pues cuando soy débil, entonces es cuando soy fuerte”.
            El capellán de prisiones, los voluntarios de la pastoral penitenciaria deberían contemplar sus debilidades con una mirada tierna y compasiva, como las mira el Señor, pues ellas no son obstáculo ni una vergüenza, sino que son ocasión para realizar nuestro ministerio redentor; y cuando experimentamos que Dios nos ha curado y sanado de nuestras heridas, podemos acompañar el proceso de “salvación” de todos los hombres desde esa mirada tierna y compasiva. Es más fácil entender al caído, desde nuestra condición de caídos, que si nos situamos por encima de ellos.
            Una vez caídos hemos buscado y pedido la misericordia de Dios, como seres necesitados, seres faltos del perdón y misericordia divina. Solo entonces seremos realmente proclamadores y anunciadores de la misericordia del Dios, pues antes hemos experimentado esa misericordia en carne propia. Esta actitud nos llevará a ir puliendo ese encuentro misericordioso con el preso, pues en ocasiones nos situamos por encima de ellos, nos consideramos superiores y eso crea distancia con ellos. Esta actitud de saberse sanado y curado lleva a situarnos en el mismo plano, y sobre todo ellos lo ven y lo perciben, y por lo tanto son más conscientes de la misericordia de Dios en sus vidas.

5. LA PASTORAL PENITENCIARIA, MEDIADORA DE LA MISERICORDIA DE DIOS: EL BUEN PASTOR.
            La Iglesia en la cárcel, el voluntariado, el capellán, encarnan la figura del Buen Pastor. La misericordia es el rasgo esencial de Cristo Pastor. El camino de consagración abierto por Él es un camino de misericordia. Con sus gestos, con sus palabras, el Buen Pastor manifiesta sus entrañas de misericordia ante todo el sufrimiento humano. El Buen Pastor carga con la oveja perdida. Y en esa carga va toda la historia personal de la persona herida. Van tanto sus miedos, frustraciones, delitos, también sus esperanzas. El Buen Pastor sale en busca de la persona necesitada de misericordia, sin importarle su vida anterior. Ve una persona a la que Dios quiere amar. Esta compasión llega a su cumbre con su pasión y su muerte.
            El horizonte de actuación de Jesús es por tanto la misericordia, pues por pura misericordia fue la encarnación y por puro amor morirá en la cruz. Así Jesús nos pasa el testigo y nos muestra la misericordia como camino de vida para sus discípulos, en nuestro caso para los voluntarios de la Pastoral Penitenciaria, Jesús nos invita a ser los testigos de la misericordia del Padre, “Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso” . “Dichosos los misericordiosos, porque Dios tendrá misericordia de ellos”.  En efecto, “Dios que es rico en misericordia y nos tiene un inmenso amor, aunque estábamos muertos por nuestros pecados, nos volvió a dar la vida junto a Cristo -¡por pura gracia estáis salvados!-, nos resucitó y nos sentó junto con él en el cielo” . La misericordia lleva a la misericordia. Si el voluntariado crea misericordia, los propios presos y presas serán generadores de misericordia, de paz. Cualquier actividad que haga la Pastoral Penitenciaria deberá preguntarse si lleva al amor de Dios, si es generadora de misericordia y del amor que Dios quiere para cada uno de sus hijos.
            Los capellanes y voluntarios somos consagrados desde la misericordia y para la misericordia. La Pastoral Penitenciaria recibe de Cristo la misión de anunciar, testimoniar y transmitir la misericordia de Dios. Y desde esta dimensión de la misericordia es desde somos portadores de libertad y de esperanza en la cárcel. El preso confía que, en el interior de la cárcel, Dios le regala misericordia.
            La misericordia es por tanto la actitud fundamental del comportamiento del capellán y del voluntario de prisiones, y de toda vocación cristiana, y que resume en ella misma todas las otras dimensiones de la caridad y la misericordia como la caridad, la paciencia, la tolerancia, el perdón…
            Pero para ser mediador de la misericordia en la cárcel, es necesario que uno mismo haya vivido la experiencia personal de la misericordia de Dios en uno mismo. Es imprescindible que haya experimentado en su vida la misericordia de Dios, como dice San Pablo “Vivo creyendo en el Hijo de Dios que me amó y se entregó por mí”. Importante que sea consciente de esa vivencia, consciente de que ha vivido la misericordia de Dios en su vida. 

CONTINUARÁ.

PARA LA REFLEXIÓN PERSONAL (Nadie te va a preguntar, responde con sinceridad)
  1. ¿Estás de acuerdo con la frase “La justicia separada del amor corre el riego de ser inhumana y vacía”? ¿Por qué?.  ¿Cuál es tu experiencia en este sentido?.
  2. Los que luchamos por la misericordia en prisión crees que tenemos el peligro de ser tachados “como blandos”, y que todo nos parece bien, que disculpamos todo y que inclusive ¿nos olvidamos de las víctimas?.
  3. ¿Has sentido alguna vez en tu vida deseos de venganza, para equilibrar una ofensa?. ¿Crees que ese es el camino?.
  4. ¿Te sientes persona caída, que has fallado alguna vez en tu vida? ¿Alguna vez te has presentado en prisión como pecador, como caído?. ¿Cómo ha sido la reacción de los internos?.
  5. En la prisión ¿hay necesidad de la misericordia de Dios?. ¿Hay necesidad de perdón?. ¿Hay necesidad de ser perdonado?.

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