Relato de los discípulos de Emaús Lc. 24, 13-35 (29 de marzo de 2020)
1. CUANDO ENTENDEMOS, ARDE
NUESTRO CORAZÓN, Y LOS PRESOS SE BENEFICIAN.
Cuando entendemos, por qué estamos y para qué estamos, entonces
sentimos una sensación especial. Cuando asentimos y vemos claro, nos sentimos
bien interiormente. “¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el
camino y nos explicaba las Escrituras?” (1). Cuando uno entiende, el compromiso es
más sólido, más responsable, más continuado. Sabe por qué va, hacia dónde va y
por qué lo hace.
Cuando vemos claro por qué estamos nos sentimos bien. Arde nuestro corazón de plenitud, de gozo. Realmente vamos a la prisión a transmitir la alegría del evangelio, y se nos quita la cara de cuaresma que nos dice el Papa Francisco. El problema aparece cuando no tenemos claro nuestra razón de ser en prisión, es entonces cuando aparece el conflicto, o el problema.
Cuando vemos claro por qué estamos nos sentimos bien. Arde nuestro corazón de plenitud, de gozo. Realmente vamos a la prisión a transmitir la alegría del evangelio, y se nos quita la cara de cuaresma que nos dice el Papa Francisco. El problema aparece cuando no tenemos claro nuestra razón de ser en prisión, es entonces cuando aparece el conflicto, o el problema.
Cuando entendemos queremos más y “Deseamos asumir, cada día, las
alegrías y esperanzas, las angustias y tristezas del pueblo” (2). Nos atrevemos
con todo. Se despierta en nosotros el ardor misionero, la alegría del
evangelio.
Cuando asumimos y comprendemos las situaciones volvemos nuevamente a
Jerusalén, volvemos a la casa del Padre, volvemos al voluntariado. Estamos en
esta Iglesia que camina en prisión cuando tenemos claro por qué lo hacemos y para
quién lo hacemos.
Los discípulos de Emaús sintieron un ardor interno especial al hablar y
caminar con Jesús. Su presencia, su palabra, su compartir camino con ellos les
provocaba una sensación especial dentro de ellos. Es una sensación de sentirse
queridos, amados y aceptados. Sentían como “un cosquilleo interno” de
bienestar. Nunca os ha dicho un interno ¿gracias por escucharme?, ¿gracias por
dedicarme este momento?, es lo mismo que dijeron los discípulos cuando Jesús,
después de partir el pan, de compartir la cena, se fue. Hay que revisar nuestro
voluntariado, nuestra actividad, nuestras palabras y preguntarnos si somos
noticia para los presos, si provocamos ardor en ellos, si nuestra ausencia les provoca vacío o más bien indiferencia. Como Jesús provocó ardor en los
discípulos de Emaús, ¿nosotros provocamos ardor en los internos?, ¿somos buena
noticia para ellos?, ¿disfrutan del encuentro con nosotros?.
¿Cuándo fue la última vez que les preguntaron cómo os sentís como
voluntarios?, ¿cuándo es la última vez que os han preguntado cómo va vuestra
actividad?. Lo mismo habría que preguntarles a los capellanes y delegados
diocesanos que cuándo fue la última vez que le pregunté a un voluntario cómo
estaba o cómo iba su actividad?.
Hay voluntarios que van, que fallan, que unos días preparan la
actividad, otros no. Que se preocupan, otros que solo van y pasean.
Preguntémonos si hacemos que el corazón de los internos arda de pasión, de
emoción. Si nunca hemos provocado corazones ardientes, algo estamos haciendo mal,
o no lo estamos haciendo bien. Nuestra pastoral y nuestro compromiso debe de
encender el corazón de los presos, debe de llevarles que deseen que vayamos,
que no fallemos, que nos estén esperando, debemos conseguir el “arder el
corazón del preso en la cárcel”.
Podemos caer en el riesgo de la indiferencia, y el Papa nos avisa muy
claramente “No caigamos en la indiferencia que humilla. No nos acostumbremos al
dolor, a la pobreza, a la humillación…a la cárcel…abramos nuestros ojos para
mirar las miserias del mundo, las heridas de tantos hermanos y hermanas
privados de la dignidad y sintámonos provocados a escuchar su grito de
auxilio” (3), que provoque ardor y esperanza en tantos presos que nos encontramos
en el camino de nuestro voluntariado. Caer en la indiferencia, acostumbrarse al
dolor de la cárcel, a ver las situaciones desagradables como normales debería
calificarse entre el voluntariado como un pecado que hay que confesarse.
Nuestra presencia debe de ser liberadora, renovadora e ilusionante, y sino…mejor
marcharse. Con los sentimientos del preso no podemos jugar.
2. EL QUE NOS SOSTIENE ES
CRISTO.
Lo que sostiene al voluntariado es Cristo. Como Iglesia anunciamos la
Buena Noticia de Cristo resucitado. Lo hacemos a través de actividades, a
través de proyectos, pero siempre desde el Evangelio y sabiendo que quien nos
sostiene es Cristo. Por eso los discípulos de Emaús le piden a Jesús que se
quede, “Quédate con nosotros porque atardece y el día va de caída” (4). Cuando el
voluntario entiende que está por Jesús le pide que se quede en casa, que entre en su vida, que sea su compañero de camino, y es entonces cuando
encuentra sentido a su voluntariado, a su compromiso. Antes, durante la crisis,
se encuentra vacío, sin ilusión, sin contenido, y con la tentación de
abandonar, sino lo ha hecho ya.
Hay que reconocer que lo que sostiene mi voluntariado es Cristo, no hay
otra razón. “Para mí la vida es Cristo” (5). Mi motivación inicial es Cristo, y
después de una llamada mi vida se compromete con el mundo de la cárcel, para
hacer en él presencia de Evangelio.
Somos Iglesia y por lo tanto vamos en nombre de ella a la prisión para
anunciar el mensaje de Jesús, un mensaje que antes me he tenido que creer.
Porque, como me decía un obispo en Castellón, D. José María Cases Deordal hace
muchos años, “el voluntario es la única Iglesia que van a conocer el único
evangelio que van a leer”. Nosotros somos el rostro de Cristo, pero para eso
antes he tenido que imbuirme de su espíritu.
Hacemos actividades que hacen otros voluntariados pero somos
diferentes, utilizamos las mismas técnicas que otros voluntariados, pero somos
distintos. Y esa diferencia estriba en la motivación, en las razones que me
llevan a comprometerme en prisión desde la Pastoral Penitenciaria.
3. COHERENCIA DE VIDA.
“A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron (al partir el
pan)” (6). Los discípulos de Emaús reconocen a Jesús al partir el pan, lo
reconocen por sus hechos, por su vida. Esto es posible cuando vivo con
coherencia mi voluntariado, cuando siento ardor en mi interior por ir a la
prisión, por trabajar en ese medio como Iglesia.
En ocasiones, en el voluntariado hay una doble moral, por un lado,
vivimos una realidad de compromiso y solidaridad y por otro en nuestra vida de
cada día vivimos otra, que en ocasiones choca con lo que predicamos o
defendemos en el voluntariado. Con una mano se da lo que con otra se quita que
nos dice Agustín Velloso en su libro “Guía crítica del voluntariado en España”.
Se proclaman unos valores de un mundo ideal, pero en realidad se imponen otros.
Un voluntario podrá avanzar en el cambio de la sociedad, que es uno de
los objetivos del voluntariado, si cuando termina su labor voluntaria vive los mismos valores en su realidad personal durante todo el día. Si vive lo
mismo que predica en prisión. Algunas personas se han preguntado con
preocupación si se puede ser “voluntario de noche y tiburón de día”. Se debe
ser justo y solidario durante todo el día. Y ¡no!, no se puede ser una cosa de
día y otra de noche. Esa coherencia los internos la perciben. Si no somos
capaces de defender los mimos valores dentro de la cárcel que fuera…mejor dejar
el voluntariado.
Esta vivencia global del voluntariado yo la llamo “interiorirzar mi
compromiso”. Que lo que yo hago no esté separado de mi vida, sino que mi acción
me ayude a formarme, a madurar y crecer como persona. Que como cristiano dé
testimonio de mi compromiso y lo lleve a mi oración y a mi comunidad de
referencia. Que me ayude a avanzar en la construcción de una sociedad y una
iglesia más justa y fraterna, que es en definitiva mi opción personal,
acercarme a mis hermanos los presos.
4. CUANDO
ENTIENDE, VUELVE A JERUSALEN, A LA COMUNIDAD, AL VOLUNTARIADO.
“Se pusieron en camino y regresaron a Jerusalén” (7).
La suerte de los discípulos de Emaús fue encontrarse con Jesús, y
reconocer que se habían equivocado al abandonar la comunidad, al abandonar la
sociedad. Y este encuentro los lleva con Jesús. Los lleva a volver a empezar.
Vuelven a Jerusalén. Esta es la prueba de fuego, el gran momento. Cuando
entienden que su decisión de dejar el voluntariado, de dejar su compromiso no
ha estado bien, que se han equivocado, vuelven a la comunidad que forma el
voluntariado. Regresar para volver a empezar, para cambiar. Los discípulos de
Emaús vuelven a Jerusalén, de donde han salido, desgraciadamente hay muchos
voluntarios que abandonan, que dejan la comunidad de la Pastoral Penitenciaria,
es triste pero es así.
Volver a Jerusalén es volver a renovar mi compromiso con la Pastoral
Penitenciaria. Pero volver a Jerusalén es reconocer que me he ido, que he
abandonado, pero al igual que el hijo pródigo (8), siempre estará el Padre
esperándonos, ese padre que tendrá rostro, de joven, de mujer, de hombre que se
encuentra en prisión y que nos dará un abrazo cuando nos vuelva a ver de nuevo. Y lo que es más importante, nunca es tarde para volver, nunca es
tarde para regresar a casa, a la comunidad, al voluntariado.
Pero para volver a Jerusalén, antes me he tenido que encontrar con
Jesús, he tenido que hacer una reflexión profunda, una revisión de mi vida y
analizar por qué me he ido del voluntariado, qué me llevó a abandonar la
comunidad, mi compromiso. Y con la humildad del hijo pródigo ser capaz de
volver, de comernos el orgullo y valorar lo mucho que hemos aportado y recibido
de la Pastoral Penitenciaria.
Cuando uno encuentra sentido a su vida, cuando vuelve a encontrase con
Jesús, es capaz de regresar, sin importarle el qué dirán o si lo señalarán.
Varios han vuelto a casa, a la comunidad:
- - Pedro vuelve después de negar a Jesús, es capaz de reaccionar y volver al primer amor.
- - El hijo pródigo, después de una profunda reflexión se plantea la vuelta y regresa a casa, a la casa del Padre.
PARA LA REFLEXIÓN PERSONAL.
- ¿Tienes clara la motivación de tu voluntariado en la Pastoral Penitenciaria?.
- En tu vida de voluntario/a, ¿has sentido alguna vez un ardor especial al hablar con un interno/a?. Recuerdas la escena y las palabras?.
- ¿Tienes claro por qué estás en Pastoral Penitenciaria y no en otra asociación/organización que también hace voluntariado en prisión?.
- ¿Crees que tu vida es coherente de lo que piensas y dices en prisión y lo que haces y piensas en tu vida personal?. ¿Por qué?.
- ¿Crees que has interiorizado tu compromiso como voluntario/a de Pastoral Penitenciaria?. ¿Tu compromiso se percibe en tu vida personal?.
1 Lc. 24,32
2 Evangelii Gaudium 191
3 Misericordiae Vultus nº 15
4 Lc. 24,29
5 Flp. 1,21
6 Lc 24,31
7 Lc. 24,33
8 Lc. 15,11
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