jueves, 7 de mayo de 2020

Acompañamiento del voluntariado ante el desánimo y la soledad (I)


(Motivaciones y expectativas de mi voluntariado)
Relato de los discípulos de Emaús Lc. 24, 13-35

1 PRESENTACION DEL TEMA.
Estos días en nuestras prisiones se aventuran días de incertidumbre, de distancia con la prisión, no se puede entrar. El coronavirus (COVID19), de repente ha cambiado todo nuestro sistema de vida, de compromiso y casi de vivir la fe.
Esto tiene el riesgo de que al no ir a prisión nos podamos desanimar, desenganchar, por eso he tomado la iniciativa, y apoyado por un equipo que me ayuda, a enviaros cada semana un tema de formación y una oración de reflexión.
El primer tema que voy a desarrollar será el que encabeza este archivo “Acompañamiento del voluntariado, ante el desánimo y la soledad”. Tendrá tres partes o capítulos. La primera parte hablará de las “motivaciones y expectativas de mi voluntariado”.
En encuentros y jornadas me hablan voluntarios comentándome su desánimo, su desmoralización, esperando encontrar luz y la solución a una cierta frialdad y distanciamiento con que estaban viviendo su voluntariado en la cárcel. Desde un principio les digo que no hay recetas milagrosas, que no ponga toda su esperanza en un comentario mío, en una lectura o en una palabra milagrosa. Lo que yo voy a comentar no tiene mucho sentido sino hay una conversión personal, una reflexión profunda, un poner mi situación ante Dios de mi ser voluntario.
La mayor parte de la reflexión se apoyará y se sostendrá en el relato de los discípulos de Emaús (1). En muchos casos los dos discípulos de Emaús son esos voluntarios que abandonan Jerusalén, que se van, y además lo hacen desencantados, desanimados. Son esos voluntarios que esperaban más, de la Pastoral, de los internos, del capellán más de lo que en realidad era posible.
Pero siempre está Jesús que sale a su encuentro de los voluntarios desanimados o desencantados, les habla, les interpela, les hace ver la luz y regresan nuevamente a la comunidad, regresan al voluntariado, a la Jerusalén de la Pastoral Penitenciaria. Ante esta frialdad debemos preguntarnos, cuestionarnos, ¿por qué nos pasa esto?, ¿dónde queda el ardor primero?, ¿ese ardor que me cautivó y me trajo hasta aquí, hasta el voluntariado de prisión dentro de la Iglesia?. Cuando caemos, cuando nos visita la tentación de abandonar, ésta no surge de la noche a la mañana, no viene de un día para otro, hace tiempo que ya va instalándose esta idea, aunque nosotros no seamos conscientes.

2. INICIO DEL VOLUNTARIADO.
Estoy convencido que el voluntario en Pastoral Penitenciaria se inicia por uno de los dos momentos que voy a exponer a continuación:

Comienzo por contagio, por atracción.
“La Iglesia no crece por proselitismo, sino por atracción” (2). Estas palabras son del Papa Francisco citando a Benedicto XVI en la encíclica “Deus caritas est”. Y es cierto, muchos voluntarios de Pastoral Penitenciaria comienzan porque han visto a voluntarios comprometidos y se han sentido interpelados por su acción. Se han sentido atraídos por lo que hacían o decían otros voluntarios. Estos no invitaban, simplemente contaban lo que hacían y lo contaban con entusiasmo, con ilusión y eso ha contagiado. A muchos voluntarios esto os ha traído hasta aquí, hasta la cárcel, y otros habéis sido el camino para que otros voluntarios se hayan comprometido con esta pastoral.
“Maestro, ¿Dónde vives?, vieron y se quedaron” (3). Estas palabras manifiestan que la vida arrastra, contagia, invita. Los discípulos vieron dónde vivía Jesús (lo que hacía, cómo lo hacía) y se sintieron identificados y pidieron quedarse, pidieron participar de esa apasionante aventura como es el ser voluntario de Pastoral Penitenciaria. Hay gente que nos pregunta ¿qué haces?, ¿por qué lo haces?, y en muchas ocasiones nuestra respuesta interpela, contagia, atrae y hace que otros voluntarios se animen.

Comienzo a través de un encuentro con Jesús.
“Estuve en la cárcel y vinisteis a verme” (4). Encontrarse con Jesús supone no quedarse indiferente. Tener un encuentro fuerte con él supone un cambio de vida, Zaqueo (5), leprosos (6), mujer samaritana (7). Quien se encuentra con Jesús su situación cambia, no queda igual que antes del encuentro con Jesús. Lo mismo ocurre con la llamada a los apóstoles (8), se encuentran con Jesús y su vida se transforma. Lo hacen de tal manera que ya no vuelven a realizar lo mismo.
Muchos voluntarios comienzan su caminar en esta pastoral a través de un encuentro con Jesús, es decir a través de una experiencia de fe, donde se sienten interpelados a darse más, a comprometerse más. Sienten que Dios les pide más. Y son empujados a dar ese paso. Esta sensación la expresa muy bien el Papa Francisco cuando dice, “Invito a cada cristiano, en cualquier lugar y situación en que se encuentre, a renovar ahora mismo su encuentro con Jesucristo o, al menos, a tomar la decisión de dejarse encontrar por Él, de intentarlo cada día sin descanso… porque nadie queda excluido de la alegría proporcionada por el Señor” (9).

3. MOTIVACIONES QUE ESTÁN DETRÁS DE NUESTRO COMPROMISO.
Partiendo de lo que hemos expuesto en el punto anterior, que el voluntario de Pastoral Penitenciaria se compromete desde la atracción y el encuentro personal con Jesús, estas premisas también vienen animadas o condicionadas por otras motivaciones. Esa atracción y ese encuentro con Jesús se alimenta de unas motivaciones, de unas razones que concretan la atracción y el encuentro. El voluntario no está en esta pastoral porque sí, por casualidad, hay algo más que le lleva a dar ese paso.

Motivaciones religiosas.
Como iglesia, a través de la Pastoral Penitenciaria, las motivaciones religiosas están muy presentes en el compromiso en esta pastoral. Motivaciones que se expresan en:
  1. - Opción de fe por los pobres y marginados.
  2. - Descubrimiento de Jesús en la persona que está en prisión.
  3. - Respuesta a una llamada de Jesús a comprometerme en este campo pastoral y marginal.
  4. - Reflexión de Mateo 25, 31…”Estuve en la cárcel y vinisteis a verme”.
  5. - Sentirse enviado. Pertenecer a esa Iglesia en salida de la que nos habla el Papa Francisco.
  6. - Deseo de vivir la Doctrina Social de la Iglesia en el mundo de la prisión.
Motivaciones sociales.
El cristiano también se siente movido por razones y motivaciones de tipo social, como nos dirá Pedro Coduras (10), psicólogo, el voluntario cristiano es a la vez discípulo y ciudadano. El voluntario de esta pastoral tiene una gran dosis de sensibilidad social que completan las razones religiosas de su compromiso.
Tanto unas como otras son complementarias, y nunca yuxtapuestas. Unas dan sentido a las otras y viceversa.Entre las razones de tipo social podemos destacar las siguientes:
  1. - Espíritu de solidaridad.
  2. - Voluntad de cambiar y humanizar la prisión.
  3. - Creer y confiar en la persona que está en prisión.
  4. - Deseo de ayudar a las personas necesitadas o más desfavorecidas de nuestra sociedad, en este caso concreto a las que están en prisión.
  5. - Deseo de realización personal a través de una acción voluntaria.
  6. - Tener cerca una referencia inmediata del problema (en una parroquia, barrio, un vecino, en la propia familia, escuchar una charla, ver un programa de televisión.
  7. - Convencimiento de que la prisión no pertenece al hábitat natural de las personas.
  8. - Lucha por una sociedad más justa y solidaria.
  9. - Ideal por un mundo nuevo.
  10. - Creer que es posible una sociedad sin prisiones.
  11. - Estar convencido/a que otra prisión es posible.
  12. - Trabajar por crear alternativas a la prisión. Cualquier forma de pagar una condena antes que ir a la cárcel.
Motivaciones políticas.
El cristiano, el ciudadano se compromete en el voluntariado de Pastoral Penitenciaria como una forma de participación política. La Doctrina Social de la Iglesia nos anima a participar en la sociedad para mejorarla, para hacerla más justa y solidaria, y en muchas ocasiones eso se consigue con propuestas políticas que mejoren nuestra sociedad. “Todo lo que atañe a la comunidad de los hombres —situaciones y problemas relacionados con la justicia, la liberación, el desarrollo, las relaciones entre los pueblos, la paz—, no es ajeno a la evangelización; ésta no sería completa si no tuviese en cuenta la mutua conexión que se presenta constantemente entre el Evangelio y la vida concreta, personal y social del hombre” (11). Y la prisión también es comunidad humana y atañe a la evangelización que la desarrolla a través de la Pastoral Penitenciaria. Desde este compromiso busca una sociedad más justa, más solidaria. Trata de construir un ambiente más humano, más equilibrado en prisión. Desde su voluntariado trata de influir en el sistema político que estamos viviendo.
Desde la Pastoral Penitenciaria también se realizan propuestas a los políticos (el pasado año se presentaron varias propuestas que iban en la siguiente dirección):
  1. En el tema de justicia:
    • Un código penal más equitativo y teniendo en cuenta el derecho comparado en Europa.
    • Búsqueda de alternativas a la prisión
  2. Propuestas políticas en el campo social:
    • clarificar la situación de los extranjeros,
    • mujeres en prisión,
    • madres con hijos en prisión,
    • subsidio de excarcelación.
  3. Propuestas en el campo sanitario:
    • Animar y apoyar que se realicen las transferencias sanitarias a las Comunidades Autónomas.
    • Mayor apoyo y cuidado de los enfermos mentales en prisión.
Cuando un voluntario se compromete en prisión no puede dejar de lado el lado político de su voluntariado, aunque no sea consciente de ello, está haciendo política. El voluntariado no se reduce sólo al ámbito religioso, celebrativo. Hace falta vivir en medio de la sociedad y hacer propuestas de mejorarla y cambiarla. Y muchas de estas propuestas se cambian desde la política.

Evolución de estas motivaciones.
A medida que va pasando el tiempo en el desarrollo de la acción pastoral de los voluntarios, es curioso cómo van evolucionando las motivaciones que les llevaron en un principio a comprometerse. Seguramente muchos de los que están leyendo estas hojas, y que llevan tiempo en la Pastoral Penitenciaria, no continúan en ella solo por las motivaciones iniciales, han evolucionado, han madurado y han consolidado este compromiso. A mayor contacto con el medio, con la prisión, mayor interiorización de la acción, también hay una mayor profundidad en las motivaciones a seguir en esta pastoral. Unas motivaciones seguirán y otras habrán evolucionado o madurado.
Pasados muchos años en este voluntariado de Pastoral Penitenciaria reconozco que las motivaciones últimas no son ya como las primeras, pero estas primeras no han desaparecido, están, pero han madurado o han surgido otras más profundas.

4. RIESGO INICIAL: LAS EXPECTATIVAS SON MÁS ALTAS QUE LA REALIDAD.
“Te seguiré adonde quiera que vayas” (12). Esta es la actitud de muchos voluntarios de Pastoral Penitenciaria cuando comienzan. Comienzan muy fuerte, con muchas ganas. Se ofrecen para todo, pero al final se queman, se agotan y se desaniman. Las metas y expectativas se ponen muy altas y los voluntarios parece que se atreven con todo.
“Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber” (13). Beber el cáliz del voluntariado es asumir dificultades, problemas, incomprensiones. Beber el cáliz del voluntariado es asumir que una actividad no ha salido como hemos programado, y seguimos trabajando con el mismo espíritu. Es aceptar el fallo de un interno en el que confiábamos mucho. Es ser capaz de pasar el primer momento idílico, los inicios, donde todo lo vemos muy bien y somos capaces de aguantar todo. Beber el cáliz del voluntariado de Pastoral Penitenciaria es sobreponerse a las dificultades estructurales, superar las decepciones de los internos, es entrar en una dinámica de normalidad y quedar la novedad en un segundo plano. Y no todos los voluntarios lo consiguen.
Cuando comenzamos somos capaces de todo, pensamos que lo vamos a cambiar todo y que somos capaces de superar y soportar todo. Pero la realidad es muy otra y conviene prepararse para esos momentos.
Muchos voluntarios viven lo que vivieron los discípulos de Emaús, expectativas mucho más altas de lo que la realidad era. Y se desfondan o se desencantan. Dicen los discípulos de Emaús “nosotros pensábamos que era un Mesías que salvaría a Israel”. El “nosotros pensábamos o creíamos” son deseos que al final nos desencantan y nos desgastan.

Cuando muchos voluntarios comienzan su compromiso de voluntariado lo hacen poniendo el nivel muy alto, con grandes expectativas, con grandes ilusiones de resultados, y la realidad es otra. Se les a los voluntarios que atiendan a un grupo. Este grupo que está en prisión falla, flaquea, que no vive con la misma ilusión que el voluntariado la actividad. Los internos no responden en la actividad como uno espera, como uno pensaba. Todo esto va desencantado al voluntariado, y se hace la siguiente reflexión: “no me hacen caso” o “no se valora lo que hacemos”, “yo pensaba otra cosa”, “no sirve para nada lo que hace”.. Y surgen las crisis y los interrogantes.
Nos creamos expectativas de resultados muy altas. Al no conseguirlos nos desanimamos, nos venimos abajo y abandonamos. Y lo peor es que muchas veces nos culpabilizamos de que la actividad no funcione.
Por eso nuestro compromiso es diferente a como lo ve el mundo, la sociedad. Nuestro compromiso parte desde el evangelio y por eso la evaluación y valoración será otra.
Este compromiso lo vive el voluntario de Pastoral Penitenciaria con tres actitudes diferentes:

Compromiso fraterno, no de resultados.
Nuestro compromiso con el mundo de la prisión es un compromiso fraterno, solidario, no de rentabilidad. Aunque las expectativas y la ilusión sean muy altas, los criterios de eficacia no han de ocupar el objetivo primordial en la actividad voluntaria. Porque nunca llegaremos al ideal del preso, que es conseguir la libertad, pues ésta no depende de nosotros.
Esta lucha por resultados puede llevar al propio voluntario a agobiarse por conseguir resultados, por ser eficaz, y lejos de ayudarle a madurar como persona, a crecer en solidaridad, en justicia y amor, le llevará inequívocamente a una decepción y a un sentido de frustración peligroso. Nuestra madurez como voluntario no dependerá de nuestros resultados.
Este apartado es uno de los aspectos que genera en el voluntario, frustración, desánimo y decepción, que pueden terminar con el abandono del voluntariado, con la huida de este compromiso. Tiene que haber alguien cerca que les diga que su presencia es más importante que los resultados. Que su estar es más eficaz que la búsqueda de rentabilidad. No podemos olvidar que nosotros lo primero que somos es presencia de Iglesia en la cárcel.
A los internos les motiva más nuestra presencia, nuestra conversación que la propia actividad en sí. Ellos quieren que vayamos, que hagamos lo que sea, pero que vayamos, que no fallemos. En este tiempo de ausencia por el coronavirus, ellos echarán en falta más nuestra presencia que nuestra actividad. Estos días ellos notarán nuestra ausencia, igual que nosotros echamos en falta nuestra cercanía con ellos.

Vivir la parábola de la higuera (14), o del trigo y la cizaña (15).
La parábola de la higuera refleja muy bien las sensaciones de muchos voluntarios, que les cuesta ver la paciencia en la pastoral. Nos cuesta esperar, nos cuesta dar oportunidades. En seguida cortamos por lo sano, al igual que los apóstoles cortaríamos con el voluntariado, dejaríamos de ir a la cárcel, y lo justificaríamos diciendo que no sirve para nada lo que hacemos, que no se ven frutos. Seguramente estas frases las hemos escuchado ya en algunos voluntarios que han abandonado la barca de la Pastoral Penitenciaria. Cuando la parábola nos dice que hemos de ser pacientes, que no busquemos resultados. Los presos están en la cárcel por fallar, por no dar resultados, por caer, y la sociedad los ha encerrado. Nosotros actuamos igual, somos unos jueces más. Interiormente nos enfadamos con ellos si fallan, aunque no nos atrevemos a decirlo.
La parábola del trigo y la cizaña nos presenta un grupo de presos que asiste a nuestras actividades. Si cortamos, si abandonamos siempre hay algunos que sí que van respondiendo, que participan de nuestras reuniones, pero con nuestro abandono dejamos fuera también a gente que se beneficiaba de nuestra actividad. Estamos cortando a la vez el trigo y la cizaña. Abandonamos al que falla y al que viene a nuestra actividad. En la prisión, como en la sociedad, encontramos trigo y cizaña, grupos que hay de todo. Al voluntario le asalta la tentación de cuando una actividad no sale como él quiere, de cortar, de abandonar.

Reconocerme pecador me ayuda vivir la realidad de mi compromiso en prisión.
Cuando me presento en prisión como humano, normal, con mis virtudes y defectos, el preso me entiende mejor, me comprende más rápido. A veces vamos a la prisión desde un aire de superioridad, con una aureola de santidad que aleja al interno de nuestro círculo. En cambio, si el preso me ve que también tengo problemas, dificultades, comprenderá mejor mis palabras y comprenderá mejor mis actos.
“Quien esté libre de pecado que tire la primera piedra” (16). Nadie puede tirar la primera piedra porque nadie está libre de pecado. Reconociéndonos como pequeños y limitados, llegaremos mucho mejor al corazón de los presos.
“Quién está ante ustedes?, podrían preguntarse. Me gustaría responderles la pregunta con una certeza de mi vida, con una certeza que me ha marcado para siempre. El que está ante ustedes es un hombre perdonado. Un hombre que fue y es salvado de sus muchos pecados. Y es así como me presento. No tengo mucho más para darles u ofrecerles, pero lo que tengo y lo que amo, sí quiero dárselo, sí quiero compartirlo: es Jesús, Jesucristo, la misericordia del Padre” (17). Es lo que les dijo el Papa Francisco a los presos de Bolivia. Pedro sucesor de Jesús, sobre todo con la triple negación es un pecador, pero a pesar de todo Jesús le dice “Apacienta mis ovejas”.
El Papa vuelve a reconocerse pecador en su visita a Panamá, a la cárcel de las garzas, “Y todos somos pecadores, todos, y por eso nos recibe Jesús con cariño a todos los que estamos acá y si alguno no se siente pecador de todos los que estamos aquí, sepa que Jesús no lo va a recibir, se pierde lo mejor” (18). Para ser acogidos por Jesús necesitamos sentirnos pecadores.
Como Iglesia que camina en prisión, una iglesia pecadora y desde nuestro ser de pecadores, de caídos, podemos entender mucho mejor al preso, y él nos podrá mirar de frente a los ojos, sin percibir ninguna actitud de superioridad. Humanizar la prisión es reconocernos nosotros también pecadores, caídos. Reconocerme pecador ayuda al interno a acercarse al voluntario.

CONTINUARÁ.

PARA LA REFLEXIÓN PERSONAL: (Sé sincera/o, no hay que exponer).
  1. Si tuvieras que definir la razón de estar en el voluntariado de Pastoral Penitenciaria, ¿sería por atracción o por un encuentro personal con Jesús? ¿Por qué?
  2. ¿Cuáles son las motivaciones por las que comenzaste en el mundo de la cárcel: religiosas, sociales o políticas…o quizás alguna de cada una de ellas? ¿Qué lugar ocupa Dios en este voluntariado?
  3. ¿Comenzaste con expectativas muy altas, como los discípulos de Emaús? ¿Esperabas “comerte” el mundo y te decepcionaste?, ¿Por qué?
  4. ¿Te agobia mucho obtener resultados y que estos sean muy buenos?
  5. ¿Te crea tensión?
  6. ¿Eres capaz de presentarte ante los internos como pecador/a, humano/, limitado/a?
  7. ¿Has tenido la tentación de abandonar al no ver cumplidas todas las expectativas por las que comenzaste este voluntariado?. 
NOTAS:
1 Lc. 24, 13-35
2 E.G. 14. Papa Francisco
3 Jn. 1, 36-39
4 Mt. 25, 36
5 Lc. 19, 1-10
6 Lc. 17, 11-19
7 Jn. 4, 1-43
8 Mc. 1, 16-20
9 Papa Francisco, Evangelii Gaudium, 3
10 Coduras, Pedro. “Voluntarios: discípulos y ciudadanos”. Cristianisme i Justicia. 1995
11 Nº 66. Compendio Doctrina Social de la Iglesia
12 Lc. 9, 57
13 Mt. 20, 22
14 Lc. 13, 6-9
15 Mt. 13, 24-52
16 Jn. 8, 7
17 Papa Francisco. Visita al Centro de Rehabilitación Santa Cruz-Palmasola en su visita a Bolivia (10 de julio de 2015).

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